Un informe especial de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) revela cifras alarmantes. Se estima que alrededor de diez mil migrantes son víctimas de secuestro cada seis meses, un número que va en constante aumento y que refleja la brutalidad del problema. Alto al Secuestro, por su parte, reporta 14 secuestros masivos solo en noviembre pasado, dejando un saldo de 84 víctimas, principalmente en estados fronterizos.
Chihuahua lidera la lista con 6 secuestros y 35 víctimas, seguido de Tamaulipas con un solo evento, pero con 24 personas secuestradas. Chiapas registró 3 secuestros con 15 víctimas, y Oaxaca 4 con 10. Estos datos pintan un panorama desolador de la realidad que enfrentan los migrantes en su peligrosa travesía.
El costo del viaje, que puede llegar hasta los 20 mil dólares pagados a "polleros" o "coyotes", se convierte en una inversión que podría terminar en una pesadilla. Las bandas criminales no solo se enriquecen con el traslado ilegal, sino que se aprovechan de la vulnerabilidad de los migrantes, sometiéndolos a secuestros, extorsiones y torturas.
“Veníamos en el tren… nos bajaron con amenazas y nos subieron a un camión… nos llevaban a una casa… nos separaron… nos amenazaban… estuvimos secuestrados un mes y medio…”, relata el testimonio desgarrador de María Hernández, guatemalteca de 23 años, y Arturo Flores, hondureño de 22, recogidos en un cuaderno sobre secuestro de migrantes elaborado por el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, A.C. y la Casa del Migrante de Saltillo. Sus experiencias reflejan la crueldad sistemática de estos crímenes.
Tamaulipas emerge como el estado más peligroso. Su designación de "nivel cuatro – no viajar" por el Departamento de Estado de Estados Unidos, equiparable a países como Afganistán, habla por sí sola. La impunidad y la colusión entre grupos criminales y autoridades contribuyen a la espiral de violencia.
La situación no es nueva. La masacre de San Fernando en 2010, donde 72 migrantes fueron asesinados, sigue siendo una cicatriz abierta en la memoria. Desde entonces, se han descubierto decenas de fosas clandestinas, un macabro testimonio de la magnitud del problema. Los grupos criminales, que controlan el tráfico de drogas y la trata de personas, han expandido sus redes al lucrativo negocio del secuestro de migrantes, explotando las políticas fronterizas restrictivas de Estados Unidos.
En Nuevo Laredo, la prevalencia de secuestros es tal que se le conoce como "pasar por la oficina de cobro". Una abogada de asilo incluso declara: “Todos mis clientes han sido secuestrados”. El incremento en la violencia en los últimos meses ha llevado la situación a niveles extremos, demandando una respuesta urgente y efectiva.