En el centro de la controversia se encuentra la mandataria, Claudia Sheinbaum Pardo, quien el 10 de febrero, durante su conferencia matutina, defendió con ahínco la estrategia de seguridad implementada por su administración. Su discurso, cuidadosamente articulado, pretendió mostrar una evolución respecto al gobierno anterior, encabezado por Andrés Manuel López Obrador. Sheinbaum presentó un modelo de cuatro pilares: atención a las causas, fortalecimiento de la Guardia Nacional, inteligencia e investigación, y una mejor coordinación entre niveles de gobierno.
Sin embargo, la realidad parece ser más compleja. Si bien Sheinbaum mencionó una disminución en los homicidios dolosos durante el mes de enero de 2025, la falta de datos comparativos con periodos anteriores genera escepticismo. La ausencia de un análisis profundo impide determinar si esta supuesta reducción es significativa o simplemente una fluctuación estadística, dejando un vacío informativo que dificulta una evaluación objetiva.
Más allá de las cifras, la verdadera piedra en el zapato reside en la persistencia de problemas estructurales. El narcotráfico y la violencia, flagelos que han aquejado al país durante años, siguen presentes. La respuesta de Sheinbaum, atribuyendo estos males a la demanda internacional y a la ineficacia de autoridades locales, es considerada por muchos como una evasiva, una estrategia que minimiza la responsabilidad del gobierno federal en la implementación de soluciones efectivas. Se cuestiona si se trata de una simple traslación de responsabilidades o de una falta de estrategia real.
Otro punto de fricción es la insistencia de Sheinbaum en distanciarse de la frase “abrazos, no balazos”, asociada con la administración de AMLO. Si bien Sheinbaum argumenta que la estrategia de su antecesor incluía detenciones y acciones contra la impunidad, la percepción pública se mantuvo vinculada a una supuesta permisividad ante el crimen organizado. La actual mandataria, a pesar de sus esfuerzos, parece caminar por una senda similar en su respuesta a la problemática del narcotráfico.
La insistencia en defender el legado de AMLO, acompañada de una “evolución” poco sustancial en la práctica, genera un manto de dudas sobre la verdadera naturaleza del cambio. La falta de datos contundentes, la ausencia de comparativas sólidas y la reticencia a reconocer posibles errores del pasado, dejan un panorama incierto, un vacío que la oposición seguramente aprovechará para construir sus propias narrativas y fortalecer sus críticas. La conferencia de prensa, en lugar de clarificar la situación, parece haber profundizado el debate sobre la continuidad de las políticas de seguridad del país.