Marcha 8M en Puebla: mujeres trabajadoras sexuales exigen reconocimiento

Más allá del simbolismo de la fecha, la protesta trascendía la simple conmemoración del Día Internacional de la Mujer. Se trataba de Mariela Yazmín González, líder de la Asociación Chicas de la 14, y otras mujeres que, con determinación, buscaban algo más que visibilidad: reconocimiento laboral.
“Pedimos la visibilización de las trabajadoras sexuales como mujeres”, explicó Mariela, “las trabajadoras sexuales también somos mujeres, amas de casa, que también vivimos violencia diaria y lamentablemente violencia institucional”. Su lucha no es solo por la aceptación social, sino por la regulación de su trabajo, para dejar atrás la criminalización y las penas administrativas que las afectan.
La problemática va más allá de la simple falta de reconocimiento. Según Mariela, el machismo y la discriminación son barreras constantes: “Lamentablemente, nuestro peor enemigo es la Fiscalía, por parte de los hombres, por el machismo, porque a veces la misma sociedad nos apunta, pasan y nos discriminan, pasan y nos avientan cualquier cosa, a una compañera le aventaron cloro y esas son fuertes problemáticas”.
En este contexto, surge la Asociación Voces y Caminos (Vocam), liderada por Lorena Rojas. Este grupo de psicólogas y abogadas ofrece apoyo a las trabajadoras sexuales, enfrentando los desafíos psicológicos derivados de la violencia y la estigmatización. “Tres de cada diez trabajadoras sexuales denuncian violencia, agresiones sexuales o trata de personas,” explicó Lorena, “esto debido a que siguen teniendo miedo, pero sobre todo por seguir siendo ignoradas por la autoridad y la sociedad.” Vocam brinda acompañamiento integral, ayudándolas a construir un futuro más digno y seguro.
La historia de Rocío, una trabajadora sexual con cinco hijos, ilustra la complejidad de la situación. Con un horario extenuante de siete u ocho horas diarias, lucha por cubrir las necesidades de su familia, desde la primaria hasta la universidad. “Me dedico al servicio sexual por necesidad,” confiesa Rocío, “debido a que no tengo estudios y le es complicado encontrar un trabajo remunerado y sobre todo que esté al alcance de las necesidades económicas que tengo diariamente.” Su testimonio refleja la realidad de muchas mujeres que, por circunstancias socioeconómicas, se ven obligadas a ejercer este trabajo.
La marcha del 8M en Puebla, más que una simple protesta, fue un grito por la dignidad, la justicia y el reconocimiento de las mujeres que, a pesar de las adversidades, luchan por una vida mejor.