MADRID, Esp
Ni el dinero, ni salir con una modelo, ni ser admirado parece tener contento al divo portugués.
Alfredo di Stéfano llamó a la puerta de su presidente Santiago Bernabéu. El astro del Real Madrid estaba apesadumbrado. Triste. Molesto. Disconforme con los planteamientos tácticos de su entrenador Miguel Muñoz.
Corría el año 1964 y el Madrid acababa de hincar la rodilla en la final de la Copa de Europa. El Inter de Milán de Helenio Herrera había destronado por 3-1 al cinco veces campeón continental.
Aquella derrota en Viena marcó el final de la época más gloriosa del club español. Di Stéfano jamás volvió a vestir la camiseta blanca en un partido oficial.
Las relaciones entre Bernabéu y Di Stéfano venían frías desde hacía un tiempo. Las famosas “santiaguinas”, broncas que dedicaba el presidente al vestuario cuando no le gustaba el juego del equipo, eran cada vez más habituales.
Pero aquella queja fue la gota que colmó el vaso. Bernabéu traspasó al ídolo del madridismo al Espanyol de Barcelona y ratificó a Muñoz en el banquillo.
Nadie levantó la voz. Nadie cuestionó la decisión. La mayor leyenda del Madrid salió del club por la puerta de atrás.
Cuando se retiró del fútbol en 1966, con las heridas ya cicatrizadas y el recuerdo de un pasado triunfal, el argentino se enfundó por última vez la elástica merengue y pudo despedirse de la afición en un partido homenaje contra el Celtic de Escocia.
La lección que aprendió Di Stéfano entonces podría repetirse casi 50 años después. La nueva estrella del Real Madrid, Cristiano Ronaldo, entró hace unos días en el despacho del presidente del club Florentino Pérez para comunicarle que está triste.
Las palabras del portugués cayeron como una bomba en España. Sobre todo entre la hinchada blanca, que todavía saboreaba el triunfo en la Supercopa contra su némesis azulgrana.
Lacónico en sus respuestas ante los medios de comunicación, Cristiano se negó a especificar las causas de su tristeza, que para el español promedio son inexplicables.
En medio de la peor tempestad económica de la historia reciente en el país ibérico y con un 25% de la población sin empleo, se entiende que un jugador que cobra casi 15 millones de dólares por temporada sólo en ficha, que golpea el balón como los ángeles, que es un ídolo mundial y que sale con una espectacular modelo debería estar saltando de alegría.
El contrato de Cristiano finaliza en 2015 y se especula con que el portugués anda molesto porque el club no le ha ofrecido una renovación al alza. Para evitar un incendio todavía mayor, Cristiano precisó a través de las redes sociales que su tristeza no venía motivada por el dinero. Que no es un problema económico.
Es cierto que el dinero no da la felicidad, así que la pregunta sigue en el aire. ¿Qué le pasa a Cristiano?
Sólo Pérez y el jugador conocen la conversación que mantuvieron en la planta noble del estadio Santiago Bernabéu hace unos días. Se dice que el portugués no siente el aliento de la grada, que echa de menos un mayor apoyo del club ante la FIFA y la UEFA en la lucha por galardones individuales como el Balón de Oro, que una y otra vez se lleva Lionel Messi.