El tráfico fluye, las calles están llenas de gente, la vida transcurre con normalidad. Pero en medio de esta cotidianidad, un pequeño accidente automovilístico desata una cadena de eventos que involucra a un nombre conocido: Jay Cutler, el exquarterback de la NFL.
El incidente, que se califica como menor, implica un golpe por detrás. La policía llega al lugar, pero no solo encuentra un accidente: el aroma a alcohol se mezcla con el ambiente. Cutler, de 41 años, presenta síntomas evidentes: ojos rojos y dificultad para hablar. Se niega a realizar una prueba de alcoholemia, lo que lleva a los oficiales a solicitar una orden judicial para realizar una prueba de sangre en el hospital.
Las cosas se complican aún más al descubrirse dos armas de fuego dentro del vehículo de Cutler: una de ellas cargada. Además del cargo de manejar bajo la influencia del alcohol y posesión de una pistola, Cutler también enfrenta acusaciones de no ejercer el cuidado correcto para evitar un choque y violación del consentimiento implícito.
Estos cargos son considerados menores, una noticia que seguramente alivia a muchos fanáticos de Cutler. Sin embargo, el incidente sirve como un recordatorio de las responsabilidades que conlleva la fama y la importancia de tomar decisiones responsables.