Los Gigantes de Nueva York, con un historial que pesaba como una losa – una racha de 10 derrotas consecutivas, récord de la franquicia – enfrentaban a los Potros de Indianápolis, un equipo con todavía una pequeña chispa de esperanza en los playoffs. Pero ese día, la historia tomaría un giro inesperado.
El nombre que resonó con fuerza fue el de Drew Lock. Su actuación fue decisiva. No solo lanzó cuatro pases de anotación – de 31 y 59 yardas a Malik Nabers, 32 yardas a Darius Slayton, y 5 yardas a Wan’Dale Robinson – sino que también corrió para otro touchdown, llevando a los Gigantes a una victoria contundente de 45-33.
Esta victoria significó mucho más que tres puntos en la tabla. Se rompió la maldición de las derrotas, se logró la primera victoria en casa de la temporada y, con ella, se dejó atrás el control del primer pick global en el draft. Para los fanáticos, fue un respiro después de un largo periodo de frustraciones.
Por parte de los Potros, Jonathan Taylor, quien había destacado la semana anterior, corrió para 125 yardas en 32 acarreos, anotando en carreras de 3 y 26 yardas. Joe Flacco, sustituyendo al lesionado Anthony Richardson, lanzó pases de touchdown a Alec Pierce (13 yardas) y Michael Pittman (7 yardas), este último acercando a los Colts a 35-33 con poco tiempo en el reloj. Sin embargo, la reacción de los Gigantes fue determinante.
La actuación de Nabers fue excepcional: siete recepciones para un total de 171 yardas, la mejor marca de su carrera. Los 45 puntos anotados por los Gigantes fueron su mayor cantidad desde 2015, representando una victoria abrumadora e inesperada.
El juego finalizó con una carrera de 5 yardas de Lock, sellando la victoria y marcando un punto de inflexión en una temporada que, hasta ese momento, parecía destinada a la decepción.