El protagonista, Cameron Norrie, un tenista británico con raíces neozelandesas, se encontraba disputando un partido crucial contra el argentino Facundo Díaz Acosta. El marcador apretaba: un match point para Díaz Acosta amenazaba con poner fin a la participación de Norrie.
En medio de la presión, un gesto imprevisto: Norrie lanzó su raqueta al aire. Un movimiento reflejo, quizás fruto de la frustración, pero con consecuencias inesperadas. La raqueta, en su trayectoria aérea, impactó contra una espectadora sentada en primera fila.
Afortunadamente, la mujer resultó ilesa. "Estaba riendo y solo dije 'lo siento mucho, no quise hacer eso'. Y ella dijo 'sí, estoy completamente bien'," explicó Norrie posteriormente. Sin embargo, la situación no quedó ahí.
El juez de silla, tras evaluar el incidente, le dio una advertencia a Norrie. El tenista, visiblemente afectado, continuó el partido, pero finalmente cayó derrotado por 6-2, 6-3. El incidente dejó una marca, no solo en el resultado del encuentro, sino también en la carrera del deportista.
Norrie reconoció su error públicamente, expresando su arrepentimiento: “No tenía intención de hacer eso, pero aún así no es ideal estar haciendo eso y nunca había hecho algo así”. Su gesto, aunque sin intención maliciosa, sirve como recordatorio de los riesgos inherentes a la alta competencia y la importancia de mantener el control, incluso bajo presión extrema.
Este episodio nos recuerda otros casos en el tenis profesional donde acciones similares han tenido consecuencias más severas. Algunos ejemplos incluyen:
- La descalificación de Novak Djokovic en el Abierto de Estados Unidos 2020.
- La descalificación de Miyu Kato y Aldila Sutjiadi en el Abierto de Francia 2023.
- La descalificación de Marc Polmans en el Masters de Shanghái 2023.