Sterling, el mayor, bajó las escaleras sin imaginar que su hermano menor lo recibiría con una chaqueta dorada y una noticia que cambiaría todo: "Bienvenido al Salón de la Fama. Clase 2025".
La ironía no podía ser más palpable. Sterling, el receptor estrella de los Packers de Green Bay, siempre fue considerado el favorito para llegar primero a Canton. Su carrera, truncada a los 29 años por una lesión cervical, dejó estadísticas que aún hoy sorprenden:
- 5 selecciones al Pro Bowl
- 3 veces All-Pro en años donde lideró la NFL en recepciones
- Promedio de 85 atrapadas por temporada (10 más que Jerry Rice en ese mismo lapso)
Ese diciembre de 1994 marcó el final. Jugó con entumecimiento en brazos y un hormigueo constante en el cuello, pero nada lo detuvo:
9 recepciones, 132 yardas y 3 touchdowns en su último partido ante Tampa Bay. La cirugía posterior lo alejó para siempre del campo.
"Ya había logrado lo que quería", confesó décadas después a medios locales.
Mientras Sterling se reinventaba como golfista, Shannon construía un legado imparable: 8 Pro Bowls, 4 designaciones All-Pro y 3 anillos de Super Bowl. En su discurso de inducción en 2011, dejó claro: "Soy el segundo mejor jugador de mi propia familia". La diferencia entre los hermanos iba más allá del campo:
- Shannon, el comunicador nato que superó problemas del habla
- Sterling, el artesano silencioso que evitaba cámaras y entrevistas
Las defensas de finales de los 80 lo sabían: marcar a Sterling con doble cobertura solo lo hacía más peligroso. Ahora, 31 años después de su retiro forzado, el receptor que redefinió la posición por siete temporadas recibirá por fin su lugar entre los inmortales. Y lo hará de la mano del hermano que nunca dejó de creer en él.
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