Aaron Rodgers revive su pasión por el fútbol americano con los Steelers

Entre los rostros jóvenes que llegan con sueños de debutar en la NFL, hay uno que destaca no por su novedad, sino por su longevidad: Aaron Rodgers, el quarterback de 40 años que parece haber encontrado en Pittsburgh una chispa que muchos daban por apagada.
No es solo que Rodgers sea "el abuelo del vestidor" —como bromean algunos compañeros—. Es la forma en que se mueve entre jugadores que no habían nacido cuando él firmó su primer contrato profesional. Derrick Harmon, el novato de 21 años, tenía tres años cuando Rodgers fue drafteado en 2005. La diferencia generacional es palpable, pero no parece importar.
Lo que sorprende a los asistentes al campamento no es su brazo —siempre preciso—, sino su disposición a sumergirse en la cultura old-school de los Steelers. Dormitorios universitarios, prácticas con contacto físico completo (algo que evitó por años en Green Bay) y esas noches de camaradería que parecían extintas en la era de los contratos millonarios. "Anoche estuvimos jugando cartas en mi cuarto hasta tarde", confesó el linebacker Alex Highsmith.
Durante los drills de "siete tiros", Rodgers mostró flashes de su grandeza:
La química se construye rápido. Demasiado rápido para alguien que llegó en junio y podría retirarse en enero. Pero en Latrobe, donde los Steelers han realizado su pretemporada desde 1966, el tiempo parece moverse diferente. Entre prácticas matutinas y partidas de póker nocturnas, Rodgers ha encontrado algo que no esperaba: el placer de ser rookie otra vez.