Grito homofóbico en estadios: la batalla que México no ha podido ganar

Su objetivo: frenar esta práctica antes de que México sea sede de la Copa Mundial 2026.
Andoni Bello, exfutbolista amateur y activista LGBTQ+, no duda en señalar la gravedad del problema: "Las multas no han servido. La Federación no ha hecho lo suficiente, y lo poco que ha intentado no ha funcionado". Bello, quien formó parte de torneos organizados por la Asociación Internacional de Fútbol Gay y Lesbiana, advierte que este comportamiento no es solo un grito ofensivo, sino un reflejo de una violencia normalizada que alimenta crímenes de odio.
El origen del canto se remonta a 2004, durante un partido clasificatorio olímpico entre México y Estados Unidos en Guadalajara. Desde entonces, se ha replicado en estadios de todo el país, especialmente entre aficionados del Atlas. El insulto suele escucharse cuando el portero rival realiza un saque de meta, y gana fuerza cuando la Selección Mexicana va perdiendo.
La FMF ha intentado justificarlo —argumentando que la palabra tiene "otras connotaciones"— y hasta ha lanzado campañas fallidas para detenerlo. En 2022, incluso amenazó con vetos de cinco años para quienes lo corearan, pero nunca aplicó las sanciones. "No hay otra interpretación: es homofóbico", insiste Bello.
Ante la inacción institucional, organizaciones como Calma Comunidad y el Conapred se han unido para trabajar directamente con aficiones y equipos. Su estrategia incluye talleres educativos que buscan generar conciencia antes del Mundial. "Es momento de cambiar. No se trata de dejar de alentar, sino de hacerlo sin discriminar", explica David Moncada, colaborador de Calma Comunidad.
Bello lo resume así: "Quiero que mi equipo gane y que el rival sienta la presión, pero no necesito usar insultos. Eso no suma nada". El mensaje es claro: el fútbol puede ser pasión sin odio.