El estudio, dirigido por el Dr. Guido Orgs, neurocientífico cognitivo, y el coreógrafo Matthias Sperling, ha descubierto algo sorprendente: cuando los espectadores observan danza contemporánea, su cerebro no se sincroniza con las ondas alfa, como se esperaba, sino con las ondas delta, asociadas con la concentración interna, la meditación y la conexión social.
En otras palabras, parece que la danza nos lleva a un estado de "sueño colectivo", donde nuestros cerebros se sincronizan y se conectan con los de los demás. Esta experiencia es similar a la meditación o a la conexión profunda que experimentamos durante las interacciones sociales.
Los resultados del estudio, obtenidos con un equipo de 23 participantes durante diferentes performances, revelan que la sincronía cerebral es mayor entre personas que asisten a la misma presentación, demostrando que la energía del público influye en la experiencia de la danza.
Este proyecto también ha explorado la conexión entre el movimiento y el cerebro en otras disciplinas como el butoh, un estilo de danza japonesa que se caracteriza por su lentitud y su conexión con el cuerpo. Los investigadores encontraron que los bailarines de butoh muestran sincronía cerebral durante las presentaciones, lo que demuestra la profunda conexión entre el movimiento y la conciencia.
El estudio Neurolive aún no ha terminado, pero los hallazgos hasta el momento ya han abierto un nuevo panorama para comprender el impacto de la danza en el cerebro y en la experiencia humana.