A pesar de su título, esta obra no presenta melodías tradicionales, sino que explora los límites de la forma y la técnica.
La composición de Lachenmann, escrita en 2018 y revisada en 2023, requiere una gran cantidad de instrumentos, incluyendo ocho trompas, múltiples instrumentos de viento y percusión, dos pianos, dos arpas y dos guitarras eléctricas. Sin embargo, a diferencia de lo que se podría esperar, las trompas no dialogan con la orquesta, sino que están incrustadas en ella, creando texturas inquietas que van desde notas convencionales hasta sonidos no pitados.
La obra presenta fragmentos de corales y toccatas breves, que a veces son extremadamente difíciles de ejecutar. Los instrumentistas deben retirar las válvulas y las boquillas de las trompas y soplarlas independientemente, creando sonidos como los de las flautas de pan o jadeos como si lucharan por respirar. Los silencios se llenan gradualmente de murmullos inquietantes, golpes y susurros, mientras que en otros momentos la violencia y la cacofonía estallan con fuerza bruta.
La interpretación de la Orquesta Sinfónica de Londres fue impecable, con precisión, virtuosismo y atención al detalle en todos los aspectos. Aunque la obra es extremadamente difícil de apreciar, la interpretación fue impresionante en todo momento.
La obra fue acompañada por la Séptima Sinfonía de Beethoven, interpretada con una gran agilidad y destreza. Los ritmos fueron tensos y precisos, y las velocidades fueron sensibles sin perder la tensión o la energía. La sinfonía no necesita ser un desafío vertiginoso para ser emocionante, aunque el allegretto fue impulsado suavemente pero con firmeza hacia adelante, y el scherzo fue rápido y ligero.
Hubo un juego gracioso y diestro, con solos de oboe encantadores en la introducción lenta, un bronce vibrante y cuerdas elegantes. En resumen, fue una interpretación excelente.