La iluminación de Adam Foley es igualmente efectiva, utilizando tonos sepia para crear un ambiente sombrío y austero.
La dirección de Tom Bellerby y la adaptación de Mike Kenny de la obra de Charles Dickens se mantienen fieles al espíritu original, sin intentar agregar elementos de comedia o interacción con el público. En su lugar, confían en la historia en sí misma para cautivar al público. Y lo logran. La audiencia queda hechizada por la narrativa, que se ve reforzada por la música en vivo, dirigida por Sonum Batra. Los actores tocan instrumentos como la guitarra, el acordeón, el violín y la tuba, creando un contrapunto musical que resalta la individualidad de Scrooge.
La historia sigue siendo fiel al original, aunque Kenny decide no enfatizar demasiado la tristeza de la historia de Tiny Tim. En su lugar, se centra en la transformación de Scrooge, que es interpretado por Gareth Williams como un hombre áspero y emocionalmente inarticulado. La aparición de los espíritus de la Navidad es igualmente efectiva, con el Espíritu del Pasado Navideño interpretado por un joven inocente, el Espíritu del Presente Navideño como una figura pagana y maternal, y el Espíritu del Futuro Navideño como una figura funeraria con un violonchelo.
La producción es pulida y absorbente, llena de detalles y vida musical, aunque puede que no tenga el impacto emocional que algunos espectadores esperan. Sin embargo, la actuación de Williams como Scrooge es destacada, y su transformación es creíble y conmovedora. La escena final, en la que Scrooge se despierta rejuvenecido y con un espíritu navideño renovado, es particularmente efectiva.
En resumen, esta producción de "A Christmas Carol" es una interpretación fiel y cautivadora de la obra de Dickens, con una escenografía y una música en vivo que crean un ambiente inmersivo y emocionante. Aunque puede que no tenga el impacto emocional que algunos espectadores esperan, es una producción que vale la pena ver.