En esta monólogo elíptico, co-creado con Jo McInnes, Gayle combina la música con pensamientos hablados, conversaciones y reflexiones dolorosas, pero también con un toque de humor. La producción, que es parte monólogo y parte concierto experimental, nos muestra a Gayle con una presencia real, que nos mantiene atrapados en la historia de su pasado.
La historia comienza con los elementos más oscuros de su carrera musical, incluyendo las drogas, y sigue con fragmentos de su infancia, en la que su madre trabajaba varios empleos para llegar a fin de mes. Gayle interpreta tanto a su yo infantil como a su madre, y nos muestra expulsiones de la escuela, destierros al campo para su educación, donde era la única niña negra. También hay robos, una estancia en la prisión de Holloway, y la confesión a su madre de que es lesbiana.
Los detalles aterradores sobre el tiroteo de su hermana están acompañados de noticias y fragmentos de documentales. Un viaje a la India parece transformador, y una voz masculina omnisciente nos habla de sabiduría. El espectáculo parece tener un borde terapéutico, de un viaje interior en curso, pero no llega a ser un arco completo.
El diseño de sonido de Elena Peña recorre todo el espectáculo, y las fracturas entre los recuerdos parecen deliberadas. Hay más preguntas que respuestas. Es intrigante, apasionante y frustrantemente fragmentado. Quieres más de lo que Gayle está dispuesta a dar.
La producción, que se estrenó en Brixton House el año pasado, es un viaje a través de la música y la historia, que nos muestra la complejidad de la identidad y la familia. Aunque no es un arco completo, es un espectáculo que nos mantiene atrapados y nos hace reflexionar sobre la vida y la música de Sutara Gayle.