Las conversaciones en los sets, los encuentros en festivales, las promesas de éxito... todo puede tener un trasfondo que pocos conocen. Recientemente, 53 mujeres de México, España y Colombia han dado un paso al frente para romper el silencio. Estas mujeres, la mayoría españolas, han compartido experiencias similares con el cineasta Eduard Cortés, un nombre reconocido en la industria. La cifra, que inicialmente se conoció como “las 27”, ha crecido significativamente, mostrando la extensión de la problemática.
La directora y fotógrafa española, Silvia Grav, fue una de las primeras en denunciar públicamente el acoso sufrido por parte de Cortés a través de sus redes sociales en octubre pasado. Su valiente testimonio se convirtió en el detonante para que otras mujeres se animaran a contar sus historias. En un vídeo difundido recientemente, Grav explica el proceso y la dificultad de enfrentarse a estas situaciones.
Según las declaraciones recogidas por El País el pasado 18 de diciembre, Cortés habría ofrecido trabajo a cambio de favores: “les habría ofrecido trabajo en sus producciones con la condición de que se grabaran desnudas, tocandose o en otras prácticas.” Estas prácticas, a menudo ocurriendo en la intimidad, dejan pocas pruebas físicas, dificultando aún más la presentación de denuncias legales.
Las mujeres afectadas, en un comunicado conjunto, enfatizan que su objetivo no es la venganza, sino "sanar y evitar que otras mujeres sufran lo mismo". Hacen hincapié en las limitaciones legales que protegen a los agresores, señalando la prescripción de muchos crímenes antes de que las víctimas puedan procesar el trauma y afrontar un proceso judicial prolongado y difícil. El abuso de poder, a menudo ejercido sin dejar rastro en contratos, deja a las mujeres en una situación de vulnerabilidad.
Más allá de las comisiones y mesas redondas, las denunciantes reclaman cambios profundos en los protocolos de las industrias cinematográficas y academias. Exigen investigaciones imparciales, sin importar el estatus del agresor, para erradicar una cultura que permite que estos abusos continúen. El comunicado concluye con una contundente afirmación: "Se ha demostrado que nuestro abuso no es un hecho aislado, sino una consecuencia de un sistema que lo permite".
Este caso pone de manifiesto la necesidad de una profunda transformación cultural en la industria del cine, tanto en España como en Latinoamérica, para garantizar un ambiente de trabajo seguro y respetuoso para todas las mujeres que trabajan en ella.