Poemas póstumos: El legado de Johanna Ekström

Johanna Ekström, una poeta y artista sueca, nos dejó un regalo póstumo: 13 cuadernos llenos de anotaciones, poemas y reflexiones. Una semana antes de sucumbir al cáncer en la primavera de 2022, le pidió a su amiga, Sigrid Rausing, editora de Granta, que los transcribiera para su publicación. Una solicitud inusual, sin duda, que revela la íntima relación de Ekström con la literatura, herencia familiar indiscutible.
El libro resultante, And the Walls Became the World All Around, no se centra exclusivamente en la batalla contra el cáncer. Es una exploración de la soledad, la fragilidad existencial, y la experiencia de la pérdida reflejada en un invierno metafórico, que se hace patente en los primeros capítulos, escritos durante los silencios de la pandemia.
La incapacidad de comunicación de su madre, Margareta, tras un derrame cerebral sufrido en la década de 1990, y la depresión del traductor con quien Ekström se enamoró, "N", configuran un paisaje de incomunicación. El diagnóstico de melanoma ocular en septiembre de 2021 actúa como un catalizador, pero no como un inicio. El sentimiento de fin ya impregna las páginas: “¿Qué soy para él ahora? Una casa oscura. Todas las luces apagadas,” escribe Ekström.
Sus sueños, sin embargo, permanecen vívidos, extraños y perturbadores, a menudo ambiguamente autobiográficos. Desde encuentros con la policía secreta italiana hasta mordiscos de corderos y caídas al agua, estos sueños ofrecen una visión inigualable del estado mental de la autora. Algunos son incluso inquietantemente proféticos, como la descripción de un viaje “por el espacio entre el cráneo y el cerebro”, que se lee como una premonición.
Los fragmentos más dolorosos, sin embargo, son aquellos que describen su desconsuelo tras la partida de "N". Se imagina a sí misma como Orfeo, y a él en el inframundo: “Si lo miro, desaparecerá. ¿Esa es la imagen de la unión en una depresión?”. La crudeza de sus palabras, sin embargo, está matizada por una delicadeza y una precisión sorprendente.
La propia escritura se convierte en un acto físico, un proceso de sanación: “llenan el apartamento: un pequeño pulmón, respirando. Un sistema circulatorio menor, sangre latiendo, silbando, susurrando.” Incluso los objetos cotidianos cobran vida; una taza de café en el alféizar de la ventana se convierte en un símbolo erótico: “Dada la espalda, dice: ‘Sabes que siempre he tenido debilidad por tu boca.’”
Los cuadernos de Ekström contienen una mezcla fascinante de poesía, fotografías, conversaciones con su psicoanalista y una profunda reflexión sobre la fugacidad de la vida. La edición del libro, realizada por Rausing, destaca la labor del editor como un acto de “atención, rigor y generosidad”, un trabajo meticuloso que rescata la voz y la fragilidad de su amiga.
La obra nos deja con una sensación de profunda melancolía, pero también de admiración por la valentía de Ekström y la sensibilidad de su obra.