El reciente lanzamiento de "BAILE INOLVIDABLE", el éxito rotundo de Bad Bunny, no es un evento aislado. Su incursión en la salsa, celebrada por el propio artista en su cuenta de X con la frase “Riega la voz. Diles que tenemos una canción de salsa #1”, refleja una tendencia más amplia. Rauw Alejandro, con "Cosa Nuestra", homenajeó al legendario dúo Willie Colón y Héctor Lavoe, mientras que Jay Wheeler colaboró con el reconocido productor de salsa Sergio George en "La Puerta".
Pero, ¿es solo una estrategia comercial? Según Hermes Ayala, escritor y estudioso del género urbano, la respuesta es más compleja. Ambos géneros, argumenta, han servido como banda sonora de los barrios y caseríos puertorriqueños, reflejando la realidad social de sus creadores. “Hay mucha relación, sobre todo en la manera en que se conectan estos sonidos de muchachos que cuentan lo que pasa en la calle, lo que se vive”, afirma Ayala.
Este vínculo se remonta a figuras clave como Ismael Rivera, quien llevó "el idioma del sufrimiento de los negros y los pobres a los salones de baile de alta alcurnia", un paralelismo notable con la narrativa cruda y real del reguetón, ejemplificada por el trabajo pionero de Tego Calderón en "El Abayarde". Ayala destaca a Tego como un elemento catalítico: “Tego es un catalítico fuerte porque cuando el reguetón impacta el mainstream, su figura aparece para mantener la sustancia agregándole fusiones..."
La influencia salsera se extiende a otros álbumes que marcaron la entrada del reguetón al mercado masivo: "The Last Don" de Don Omar, con la inclusión de un coro de Joe Arroyo, y "Barrio Fino" de Daddy Yankee, con la colaboración de Andy Montañez. Estos ejemplos, aunque con un discurso más comercial, muestran una estrategia para conectar con una audiencia más amplia.
La colaboración entre artistas de ambos géneros se consolidó en proyectos como "Los Cocorocos" (2006), que unió a figuras como Zion (Zion & Lennox) con Domingo Quiñones y Tego Calderón con Víctor Manuelle. Para Hiram Guadalupe, autor de "Historia de la salsa", estas conexiones son un asunto de identidad: “una expresión contundente de la cultura como elemento fundamental para mantener ese espíritu identitario de los pueblos…”
Sin embargo, la preponderancia del reguetón en plataformas como Spotify, donde la salsa tiene una presencia mínima en las listas de reproducción de 2024, contrasta con la popularidad de artistas como Bad Bunny y Karol G. Guadalupe atribuye esta diferencia a factores generacionales y a la forma de consumir música en la actualidad. Aun así, resalta que “ninguno de estos cantantes se muere de hambre”, sugiriendo una coexistencia en el mercado musical.
El análisis se extiende a artistas como Ñejo, quien reconoció su admiración por la salsa, y Pirulo, director musical de la banda de Tego Calderón, que fusiona la salsa con ritmos urbanos. En Cuba, Los 4, con su mezcla de reguetón y timba, lograron trascender barreras generacionales.
Finalmente, Sadot Santana, periodista especializado en música, señala la reutilización de expresiones lingüísticas, como "ir sin yoqui", presente tanto en la obra de Willie Colón como en la de Daddy Yankee, como un ejemplo adicional de este intercambio cultural. La creciente popularidad de fusiones musicales, desde Rosalía en España hasta Bad Bunny en Puerto Rico, sugiere un interés global por volver a las raíces, explorando un futuro incierto pero lleno de posibilidades para la música latina.