Eso fue precisamente lo que ocurrió en un concierto inolvidable.
Jacob Collier, el polifacético cantante y pianista, y Chris Thile, virtuoso del mandolina, se unieron en el escenario junto a la Britten Sinfonia, bajo la batuta de Suzie Collier, madre de Jacob y directora con una energía contagiosa. La noche ofreció una experiencia única, donde la destreza técnica se combinaba con una energía casi infantil, una alegría palpable que inundaba la sala.
La Britten Sinfonia, conocida por su audacia musical, reunió un programa variado e inesperado. Se interpretaron piezas de Bach, reimaginadas con la frescura de Collier y Thile, y sorprendentes mezclas de Beatles y Bob Dylan, donde la improvisación se convirtió en el hilo conductor. El concierto incluyó también piezas de compositores como Samuel Barber, Giovanni Sollima, y Fauré, con arreglos únicos que redefinían la experiencia auditiva.
“Es como ver a un perro bailar tap, pero cuando el tap es tan bueno, ¿quién se queja?”, podría describir la reacción del público ante la interacción virtuosa entre Collier y Thile. Ambos se desafiaban mutuamente, elevando la calidad interpretativa a niveles asombrosos. La destreza de Thile en el mandolina, sustituyendo líneas de violín complejas en un concierto de Barber, fue tan sólo uno de los muchos momentos memorables.
La participación de talentos jóvenes de la Royal Academy of Music, como el violinista Thomas Gould (destacado en una versión “crujiente” de un tango de Piazzolla), y los violonchelistas Danushka Edirisinghe y Finn Anderson-Hendra, agregó frescura y dinamismo a la velada. Su participación en una pieza minimalista de Sollima fue simplemente exquisita.
Más allá de las interpretaciones impecables de canciones de Collier y de Thile con su banda Punch Brothers, orquestadas de manera magistral, el concierto trascendió la mera ejecución musical. Fue un espectáculo, una experiencia donde el público se vio envuelto en una atmósfera única, llena de sorpresa y admiración genuina.
Los arreglos de las piezas clásicas, mezclados con elementos populares e improvisaciones deslumbrantes, demostraron una maestría excepcional. La capacidad de Collier para conectar con el público, incluyendo a este en armonías a tres voces en canciones populares, fue también un elemento destacable de una noche mágica.