Paul Rudd revela su furia: un dentista le arruinó los dientes

Paul Rudd, el actor conocido por su encanto y papel en películas como Ant-Man y Wet Hot American Summer, no es ajeno a esta realidad. A pesar de su imagen pública de hombre amable, el actor de 56 años, que cumplió años el pasado 6 de abril, guardó durante años un profundo resentimiento hacia un dentista.
La historia salió a la luz gracias a una entrevista con el Wall Street Journal. Rudd, quien siempre se consideró alguien con “dientes decentes”, describió una experiencia en su juventud – entre sus 20 y 30 años – que cambió su perspectiva dental para siempre. Se sometió a un tratamiento con un dentista desconocido, del cual solo recuerda su impactante negligencia.
Según Rudd, el dentista le diagnosticó “seis caries que requerían extracción de empastes y reemplazo por empastes blancos”. Además, le recomendó "un trabajo preventivo adicional", un procedimiento que también le sugirió a su hermana. Su hermana, Mandi, se negó a la intervención adicional. Paul, confiando en la “profesionalidad” del odontólogo, aceptó el tratamiento completo.
El resultado fue devastador: “Este tipo me arruinó los dientes terriblemente”, confesó Rudd al periódico. “Es algo que llevo conmigo. Estoy tan furioso. Es la única vez que fui a verlo”. A pesar del paso de los años, la experiencia sigue siendo una fuente de amargura para el actor.
Aunque Rudd admite no recordar el nombre del dentista, su mensaje es claro y contundente: “Si está leyendo esto, espero que sepa que es un dentista terrible”. Una reacción poco usual para alguien con la reputación de amabilidad que caracteriza a Rudd, quien aclaró: “No creo ser particularmente amable. Solo intento ser educado, respetar el tiempo de los demás, llegar puntual y no ser un idiota. Eso es todo”.
Su compañero de reparto en Wet Hot American Summer, Michael Ian Black, añadió un toque de humor a la situación, bromeando: “Si nadie más va a llamar a Paul un imbécil, lo haré yo”, para luego matizar: “Pero en serio, es el tipo más agradable”. Una anécdota que refleja la complejidad de la personalidad de Paul Rudd, más allá de su imagen pública.