Príncipe William rompe el ciclo de dolor familiar en reveladora confesión

La clave, según William, está en romper el ciclo. "Creo que lo más importante es crear ese ambiente en casa. Tiene que haber calidez, esa sensación de seguridad, amor", compartió el príncipe de 43 años, refiriéndose a la crianza de sus tres hijos con Kate Middleton: George, Charlotte y Louis. Pero admitió que en su infancia, ese refugio duró poco. La separación de sus padres en 1996, marcada por infidelidades y un divorcio mediático, cambió todo.
Lo que podría ser un simple recuerdo amargo se convirtió en una lección: evitar a toda costa los errores del pasado. "Lo tomas, aprendes de ello y te aseguras de no cometer los mismos fallos", confesó. La presión de los tabloides, que devoraban cada detalle de la vida de Diana y Carlos, fue uno de esos fantasmas que ahora William mantiene lejos de su familia.
La rutina en casa de los Cambridge es una trinchera contra el caos. Cenas juntos sin excepción, cero teléfonos para los niños y actividades que mantengan a raya el aburrimiento: ballet, fútbol, hockey y, sobre todo, el trampolín, donde Louis y Charlotte "acaban saltando y golpeándose la mayor parte del tiempo", bromeó William. No hay espacio para la improvisación cuando se trata de proteger a los suyos.
Más allá de los títulos y protocolos, el príncipe dibujó un retrato inusual: el de un hombre decidido a que sus hijos hereden algo más valioso que un apellido. Una infancia sin las grietas que él conoció. La pregunta ahora es si el peso de la corona permitirá que ese deseo sobreviva a los reflectores que nunca se apagan.