Bangui
Rompieron filas para apuñalar y pisotear a quien, según, era ex miembro de la rebelión Seleka.
Habían pasado apenas unos minutos de que la presidenta interina de la República Centroafricana se dirigió a cientos de soldados formados para informarles que estaba orgullosa de ellos y pidió su apoyo para poner orden en su anárquico país.
Pero cuando se fue los soldados rompieron filas para apuñalar y pisotear a un hombre en medio de ellos hasta matarlo, y luego arrastraron su cadáver por las calles.
El terrible ataque muestra el grado de odio y barbarie al que ha caído este empobrecido país, así como las dificultades que enfrenta la comunidad internacional, que ya ha desplegado miles de cascos azules para intentar estabilizarlo.
La reunión del miércoles pretendía destacar la reconstrucción del ejército nacional, que quedó en ruinas cuando el presidente Francois Bozize fue expulsado del poder en un golpe de estado en marzo de 2013.
El general a cargo de la misión militar francesa en la República Centroafricana destacó cómo los soldados nacionales “tienen sobre todo un conocimiento detallado del terreno que nos permitirá que se hagan cargo de las acciones”.
La presidenta interina Catalina Samba-Panza, quien asumió el mes pasado después de que el líder rebelde que tomó el poder se hizo a un lado en medio de la creciente presión internacional, anunció que pronto pagarían a los soldados del gobierno, después de cinco meses sin salario.
Y enfatizó que la comunidad internacional ayudaría a rearmarlos.
“Me gustaría renovar mi orgullo en aquellos elementos de las FACA (Fuerzas Armadas de la República Centroafricana) que están aquí y pedirles que apoyen mis acciones estén donde estén”, dijo. Los soldados uniformados estaban firmes para el discurso.
Pero después de que se fue, los soldados vieron a un sospechoso de ser ex miembro de la rebelión Seleka que había derrocado al gobierno. Su nombre era Idriss, y estaba de pie entre ellos.
Lo acusaron de ser un infiltrado que estaba allí para espiar para los Seleka. Fue entonces cuando alguien desenfundó el primer cuchillo.
Los mismos hombres que se espera protejan a los civiles usaron cuchillos, ladrillos y sus propios pies para atacar al hombre.
Tropas de la pequeña nación africana de Burundi rodearon al herido para protegerlo de la creciente multitud. Yació herido en la espalda y aún con vida durante unos cinco minutos.
Pero a medida que la multitud se acercó más, los cascos azules se retiraron sin siquiera disparar tiros de advertencia. El ataque se reanudó.
Algunos lo apuñalaron mientras que otros le dieron patadas en la cara y otros le arrojaron ladrillos mientras la multitud aplaudía.
La multitud arrastró el cadáver de Idriss por las calles, lo desmembró y lo quemó.
La violencia no tiene precedentes en un país con poca historia de conflictos entre comunidades. En la actualidad hay cinco mil soldados de paz africanos y mil 600 tropas francesas sobre el terreno.
El miércoles, sólo pudieron montar guardia sobre los restos calcinados de la víctima hasta que los trabajadores de la Cruz Roja llegaron para llevárselos.