Río de Janeiro, BRA.
La presidenta llega a su segundo mandato con la mitad de los votantes en su contra.
A la presidenta reelecta de Brasil, Dilma Rousseff, le esperan grandes desafíos para gobernar esta nación gigante: la economía está casi paralizada, el mercado desconfiado y el país dividido tras una durísima elección en la que triunfó por escaso margen.
Rousseff conquistó el cuarto mandato consecutivo para el Partido de los Trabajadores (PT) con 51.6% de los votos en la segunda vuelta, una diferencia de solo tres puntos sobre el socialdemócrata Aécio Neves, que obtuvo 48.3%.
“La economía no va bien, en el Congreso la presidenta tiene una mayoría volátil y está fragmentado en 28 partidos, existen graves denuncias de corrupción en la estatal Petrobras, y el país está dividido tras una campaña electoral extremamente polarizada”, resumió el politólogo independiente André César.
En medio de esa fragmentación, “para gobernar en un segundo mandato, Rousseff deberá hacer una coalición menor, con menos socios, pero más homogénea ideológicamente, y compartir más el poder con los partidos aliados”, dijo el analista Carlos Pereira, analista político de la Fundación Getulio Vargas, al portal G1.
El Brasil de 2014 no es el mismo de hace cuatro años, cuando Rousseff heredó de su padrino político, Luiz Inácio Lula da Silva, una economía que crecía 7.5%. La población estaba eufórica con la mejora en el nivel de vida tras ocho años de gobierno del PT que sacaron a 29 millones de brasileños de la pobreza y ampliaron como nunca el crédito y el consumo.