BRASILIA, Bra.
Serie de reveses ponen en duda a la presidenta de Brasil.
Una descarga de derrotas políticas apagó demasiado pronto las esperanzas de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, de rescatar su gobierno y dejó en manos del Congreso el futuro de su segundo mandato.
Sacudida por fallos simultáneos en dos tribunales, su ya debilitada presidencia, sacudida por escándalos de corrupción y una crisis económica que han diezmado su popularidad, se astilló aún más y ahora debe esperar a que un parlamento fragmentado le tienda un puente.
Pero el Congreso no ha sido fuente de buenas noticias para la mandataria de la potencia emergente que recibirá el año próximo de de los Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro.
Rousseff sufrió esta semana dos duras derrotas. El tribunal electoral decidió reabrir una investigación para determinar si se cometieron abusos durante su campaña de 2014 -que tras un complejo camino podría terminar precozmente con su mandato- y un día después la auditoría del Estado rechazó su rendición de cuentas de ese año acusándola de maquillar los números.
Bajo presión constante desde que comenzó su segundo mandato hace apenas 9 meses, Rousseff ha puesto en armas a adversarios, aliados y hasta a parte de su propia tropa, disconforme con el ajuste fiscal ortodoxo que impulsa.
Mientras tanto, la amenaza de un impeachment cobra cada vez más encarnadura en fuerzas opositoras como el PSDB (centro), al que derrotó en octubre pasado en una ajustada segunda vuelta y que ya sin dobleces busca someterla a un juicio político.
“El mensaje que ella está recibiendo del Congreso es: ‘presidenta Rousseff, necesita hacer más política si quiere rescatar su mandato’, pero la política no es su fuerte”, dijo a la AFP Gabriel Petrus, analista de la consultora Barral M Jorge y exasesor del equipo de la mandataria entre 2011 y 2013.