Durante años, miles de parejas han alquilado un modesto dúplex mientras anhelan poseer su propio hogar cerca del océano.
Sin embargo, los altos intereses y los precios estratosféricos les han colocado al borde de la frustración. "Nunca habíamos estado tan cerca del mar. Nos ha costado toda una vida esperar por esto, y Staci camina diariamente por la playa. Es difícil renunciar a eso", confiesa Rob.
El estudio de la Universidad de Chapman sitúa a San Diego entre las 10 ciudades más inasequibles del mundo, con California destacando en este preocupante ranking.
La lejanía de los lugares de trabajo durante la pandemia ha impulsado la búsqueda de viviendas más amplias, incrementando los precios de forma exponencial.
Alan Gin, profesor de economía en la Universidad de San Diego, señala que la geografía de la región limita la expansión urbana, exacerbando la crisis habitacional.
La escasez de suelo para la construcción y la intervención de consorcios inmobiliarios con ofertas desorbitadas han desencadenado una escalada imparable en los costos de vivienda y alquiler.
A medida que los precios se disparan, las familias como los Porter comienzan a considerar opciones fuera de California, aunque el anhelo por este estado perdura.
Según un informe reciente, las familias en San Diego necesitarían ingresos cercanos a los $275,000 dólares al año para afrontar los costos hipotecarios, casi el doble de lo necesario antes de la crisis sanitaria.
En medio de este panorama desolador, la incertidumbre y la necesidad de encontrar soluciones viables se imponen.
La Ciudad de San Diego, con su encanto costero y su alta calidad de vida, se enfrenta a un desafío crucial: garantizar la accesibilidad a la vivienda para todos sus habitantes, sin excluir a aquellos que han visto en este lugar su hogar soñado.