Un ataque con misiles balísticos de Irán contra Israel a principios de octubre, que provocó la activación de las sirenas de alerta en todo el país, ha desencadenado una serie de eventos que podrían conducir a una guerra a gran escala.
El ataque de Irán, que se conoció como "Operación Verdadera Promesa 2", fue en respuesta a la muerte de Hassan Nasrallah, líder de Hezbollah, en un ataque en Líbano que se atribuyó a Israel. Israel, por su parte, ha estado preparando una respuesta contundente, con planes que incluyen ataques a infraestructuras petroleras o nucleares iraníes, lo que ha generado la preocupación de la comunidad internacional.
Sin embargo, la situación se ha complicado después de que documentos confidenciales de Estados Unidos sobre los planes de ataque de Israel fueron filtrados a la prensa. Estos documentos revelaron detalles sobre los preparativos de la Fuerza Aérea Israelí, lo que obligó a Israel a modificar su estrategia.
A pesar de la presión internacional para evitar una guerra, tanto Irán como Israel se encuentran en un estado de máxima alerta. Irán ha ordenado a sus fuerzas armadas prepararse para la guerra, pero también busca evitarla. Según fuentes iraníes, la respuesta de Irán dependerá de la intensidad del ataque de Israel. Si Israel da un golpe significativo a instalaciones sensibles, como las instalaciones de petróleo y nucleares, Irán no dudará en escalar el conflicto.
Sin embargo, si Israel se limita a atacar almacenes de armas o bases militares, Irán podría optar por no responder, poniendo fin al último capítulo de conflicto directo entre los dos países.
La situación es extremadamente volátil y cualquier acción puede desencadenar una escalada del conflicto. La comunidad internacional debe presionar a ambos países para que se abstengan de acciones que puedan conducir a una guerra catastrófica.