El ruido de las bombas que aspiran el agua de los sótanos, como si fueran lamentos, es el eco de una catástrofe que aún se siente.
La cifra de muertos ya asciende a 214, pero la angustia por los desaparecidos es aún mayor. 1.900 personas fueron reportadas como desaparecidas, y la búsqueda se intensifica en cada rincón. El olor a humedad y a podredumbre se mezcla con el temor en el ambiente. Los estacionamientos subterráneos, como el del centro comercial Bonaire, se convirtieron en trampas mortales, con cuerpos aún sin recuperar.
El Bonaire, otrora un lugar de compras y entretenimiento, es ahora un escenario de horror. La gente mira con horror al centro comercial, donde más de 650 personas se encontraban el día del temporal. Las marcas de moda, la gastronomía étnica, las salas de cine, todo quedó bajo el fango. El parking, que podía alojar a 5.000 vehículos, se ha convertido en un enorme cementerio.
Las imágenes son desgarradoras: grúas retirando vehículos de los barrancos, bomberos luchando contra la fuerza del agua, voluntarios limpiando calles en medio del fango. Es un escenario de guerra, donde la naturaleza se ha desatado con furia.
El gobierno español ha enviado 5.000 militares adicionales para intensificar las tareas de rescate. El presidente Pedro Sánchez ha anunciado un despliegue masivo, el mayor de la historia en tiempos de paz, para recuperar los cuerpos de las víctimas y auxiliar a los afectados.