El panorama geopolítico, en constante cambio, ha puesto a prueba las habilidades diplomáticas del nuevo presidente. Trump, consciente de la importancia de estas crisis, ha priorizado la búsqueda de soluciones viables.
En su primera semana como presidente electo, Trump conversó con Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel, y con Volodimir Zelensky, presidente de Ucrania, estableciendo así un marco para el diálogo y la colaboración en el futuro.
Su estrategia para Medio Oriente se basa en una tregua inmediata entre Israel e Irán, con la participación activa de países árabes como Arabia Saudita. La liberación de los 101 rehenes secuestrados en Gaza es una prioridad, al igual que la contención de la amenaza iraní.
Para Ucrania, Trump ha propuesto un plan que incluye una tregua inmediata con Rusia, dejando el territorio ucraniano bajo control ruso en manos de Vladimir Putin.
La propuesta contempla la suspensión de la adhesión de Ucrania a la OTAN durante 20 años, la creación de una zona desmilitarizada y el apoyo de Estados Unidos para la reconstrucción del país.
Zelensky, aunque consciente de la necesidad de negociar, ha mostrado su preocupación por la cantidad de territorio que Ucrania tendría que ceder. La presión de su propia sociedad, con un fuerte discurso nacionalista, podría poner en juego su futuro político.
El plan de Trump para Ucrania y Medio Oriente aún está en desarrollo y su implementación dependerá de la respuesta de los líderes involucrados. El tiempo dirá si el presidente electo podrá cumplir con sus promesas y dar un giro a la situación global.