El escenario: la Institución Correccional Ross, en Chillicothe, a unos 72 kilómetros al sur de Columbus. La fecha: el mismo día de Navidad. El protagonista inesperado: un interno de la prisión. La víctima: Andrew Lansing, un oficial correccional que perdió la vida en un ataque violento dentro de las instalaciones.
Según un comunicado de prensa del Departamento de Rehabilitación y Correcciones de Ohio (ODRC), el asalto tuvo lugar la mañana del 25 de diciembre. La información oficial, aunque escueta, confirma la gravedad del incidente y la pérdida irreparable de un miembro del personal. “La pérdida de un miembro del personal es difícil, pero perder a un miembro de la familia el día de Navidad a manos de alguien bajo nuestra custodia es una tragedia incomprensible”, declaró la directora del ODRC, Annette Chambers-Smith, en un comunicado.
Las autoridades, rápidamente, trasladaron al interno sospechoso a otra instalación penitenciaria para garantizar la seguridad y permitir una investigación exhaustiva. Hasta el momento, la identidad del agresor no ha sido revelada públicamente. Se espera que las investigaciones, en curso, aclaren los detalles del suceso y las circunstancias que llevaron a esta tragedia. La investigación promete arrojar luz sobre los protocolos de seguridad y las medidas preventivas dentro de la prisión.
Más allá del reporte oficial, la noticia genera una ola de interrogantes sobre la seguridad en las prisiones de Ohio, el impacto emocional en el personal correccional y la necesidad de reforzar las medidas para evitar situaciones similares. La pérdida de Andrew Lansing no es solo un hecho aislado; es un recordatorio del riesgo inherente al trabajo de los funcionarios de prisiones y el dolor que deja tras de sí la violencia en espacios de encierro.