El anuncio del alto el fuego, previsto para el domingo 20 de enero, generaba una frágil expectativa de calma. Sin embargo, la realidad contradijo las promesas. Según el portavoz de la Defensa Civil, Mahmud Basal, los bombardeos israelíes, a pesar del acuerdo, han dejado un saldo desolador: al menos 73 personas muertas, entre ellas 20 niños y 25 mujeres, además de más de 100 heridos.
“Esperábamos la tregua. Era la noche más alegre desde el ataque del 7 de octubre,” declaró Said Alush a la AFP, su voz quebrada por el dolor. Alush, residente de Jabaliya, en el norte de la Franja de Gaza, perdió a varios familiares en uno de los ataques. “De repente, nos enteramos de que habían muerto 40 personas (...) La alegría de todo el barrio se tornó tristeza, como si hubiera ocurrido un terremoto,” agregó, describiendo el cambio abrupto de emociones. La pérdida de su tío lo golpeó con especial crudeza.
El temor se ha apoderado de la población civil. Motaz Baki, ciudadano de Nuseirat, una ciudad cercana, expresa la incertidumbre generalizada: "Tenemos que permanecer prudentes. Durante los tres próximos días, tememos un baño de sangre aún peor que antes". Esta sensación de vulnerabilidad es compartida por muchos, y Médicos Sin Fronteras (MSF) subraya que hasta el domingo, nadie en Gaza puede sentirse seguro.
Amande Bazerolle, coordinadora de emergencias para MSF en la Franja de Gaza, resume la terrible noche: “Anoche, hubo mucha alegría durante 20 minutos, y luego fue una noche muy sangrienta”. Su testimonio refleja la cruda realidad de un conflicto que deja tras de sí un rastro de destrucción y sufrimiento.
Las imágenes que llegan desde Gaza son desgarradoras: rescatistas buscando entre los escombros con la ayuda de las luces de sus celulares, mujeres abrazando a sus seres queridos fallecidos, y el hospital Al Ahli recibiendo decenas de cadáveres envueltos en mantas, de las cuales a veces asoman los pequeños pies desnudos de algún niño. Un panorama desolador que nos deja ante la crudeza de una realidad que parece no tener fin.