Sin embargo, una sombra ominosa se cierne sobre este progreso. La administración actual en Estados Unidos, bajo la figura de Robert F. Kennedy Jr. como próximo secretario de salud, plantea un escenario de preocupación. Kennedy, un reconocido escéptico de las vacunas y negador de la relación causal entre el VIH y el SIDA, representa una amenaza directa al Plan de Emergencia del Presidente para el Alivio del SIDA (PEPFAR).
Este programa, que ha salvado aproximadamente 25 millones de vidas en dos décadas, se encuentra bajo amenaza de desmantelamiento. Su posible desaparición dejaría sin acceso a medicamentos esenciales a millones de personas, principalmente en países de bajos y medianos ingresos. Además, los Institutos Nacionales de Salud (NIH) enfrentan un creciente escrutinio sobre su financiamiento a la investigación del VIH.
La situación se agrava con las restricciones a los derechos humanos, particularmente las leyes anti-LGTBIQ+, que proliferan en diversas regiones. “Al menos la mitad de los 67 países que aún criminalizan las relaciones entre personas del mismo sexo se encuentran en África subsahariana, donde la carga del VIH es mayor,” señala un informe reciente. Estas leyes, lejos de ser un asunto meramente ideológico, se correlacionan directamente con tasas más altas de infección por VIH, como se observa en países como Uganda y Rusia.
La situación no se limita a la legislación. Más de 50 países tienen leyes que restringen la financiación extranjera a organizaciones civiles que trabajan en la prevención y el tratamiento del VIH, debilitando la respuesta desde la base. Este panorama, advierten expertos, podría incluso derivar en un retroceso monumental en la lucha contra el VIH y abrir la puerta a nuevas pandemias, como ya lo muestran los recientes brotes de mpox y gripe aviar.
El debilitamiento del financiamiento internacional, con una reducción de casi el 50% en la financiación de ONUSIDA desde 2015, y la posible reactivación de la Política de Mordaza Global, que limita el acceso a servicios de planificación familiar y anticoncepción, completan un escenario complejo y preocupante. Se requieren reformas legales urgentes, la defensa de los espacios de la sociedad civil y el fortalecimiento de la cooperación internacional para evitar un retroceso catastrófico en la lucha contra esta pandemia.
El futuro de la lucha contra el VIH, a pesar de los avances científicos, pende de un hilo, sujeto a decisiones políticas que podrían determinar la vida o la muerte de millones de personas en todo el mundo.