Dejando de lado las especulaciones sobre posibles ingresos extraoficiales, la realidad para un presidente como Donald Trump, o cualquier otro que ocupe el cargo, es bastante específica, según lo estipula el Código de Estados Unidos. El salario base anual es de $400,000 dólares, pagados mensualmente.
Pero el paquete salarial no termina ahí. Además del sueldo base, se incluye una asignación mensual de $50,000 dólares para gastos relacionados con el desempeño de sus funciones. Un detalle importante: “cualquier cantidad no utilizada se revertirá al Tesoro”, según indica el mismo código. Esto, sin duda, añade un nivel de transparencia inusual en este contexto.
La generosidad del paquete salarial presidencial se extiende aún más. Se le otorgan $19,000 dólares para gastos de entretenimiento y $100,000 dólares libres de impuestos para viajes. A esto se suma el derecho al uso de los muebles y enseres pertenecientes a Estados Unidos que se encuentran en la Casa Blanca.
Es interesante notar que este salario no siempre fue tan elevado. El incremento a los $400,000 anuales se produjo en 1999, marcando un aumento significativo con respecto a los $200,000 dólares que se percibían anteriormente. Esto nos da una idea de cómo la remuneración presidencial ha evolucionado con el tiempo.
Finalmente, y para cerrar el círculo, la fuente de este jugoso salario es, como en la mayoría de los empleos públicos, el contribuyente estadounidense. El pago se realiza a través del Departamento del Tesoro, con la autorización del Congreso. Incluso después de dejar el cargo, los expresidentes continúan recibiendo una pensión anual de $230,000 dólares, una cantidad que equivale al salario de un secretario de gabinete, como Barack Obama o el mismo Donald Trump pueden constatar.