El viernes pasado, la Estación de la Patrulla Fronteriza de Imperial Beach fue el escenario de un despliegue poco común. Imágenes capturadas por diferentes medios muestran un campamento improvisado: tiendas de campaña, alambradas de concertina y numerosos vehículos militares. Marines armados se encontraban en lo que parecía un área de preparación para una operación de gran envergadura.
La Casa Blanca ha difundido videos que confirman la presencia de efectivos militares a lo largo del muro fronterizo. Pero el número es impactante: se trata de 1,500 efectivos, de los cuales 500 provienen de Camp Pendleton. Esta movilización forma parte de la estrategia del Presidente Donald Trump para reforzar el control migratorio en la zona.
Paralelamente a este despliegue, el Fiscal General de California, Bob Bonta, llevó a cabo una gira en San Diego bajo el lema "Conozca Sus Derechos", dirigida a la población inmigrante. En sus declaraciones, Bonta expresó su preocupación por la situación: “Sé que hay una enorme cantidad de miedo, ansiedad y confusión”.
Según declaraciones de un alto funcionario del Departamento de Defensa a ABC News, las tareas de los militares se centrarán en la reparación y colocación de barreras físicas. Sin embargo, el mismo funcionario ha adelantado que: “anticipamos muchas misiones más”, dejando entrever una estrategia a largo plazo y una escalada en las acciones del gobierno.
Mientras la presencia militar se consolida en la frontera, la tensión palpable en San Diego se convierte en el centro de la atención nacional, poniendo de manifiesto una situación compleja con implicaciones tanto para la seguridad nacional como para los derechos humanos de los migrantes.