Antes de profundizar, es crucial recordar el contexto. La estrategia antiterrorista estadounidense en África ha enfrentado recientemente desafíos considerables. La salida de fuerzas estadounidenses de Chad y Níger el año pasado, tras la expulsión por parte de los gobiernos locales, obligó a una reestructuración de las operaciones. Esto implicó la pérdida de bases clave utilizadas para entrenar y ejecutar misiones contra grupos terroristas en el Sahel.
En este escenario complejo, el Pentágono confirmó ataques aéreos realizados por el Comando de África de los Estados Unidos (AFRICOM) contra operativos del Estado Islámico (EI) en Somalia. Estos ataques, autorizados por el Presidente Donald Trump y coordinados con el gobierno somalí, según declaraciones del Secretario de Defensa Pete Hegseth, representan las primeras acciones de este tipo en Somalia durante el segundo mandato de Trump.
Una evaluación inicial del Pentágono indica que se dio de baja a “múltiples” operativos del EI. Se afirma que “no hubo bajas civiles”. El propio Trump, en una publicación en redes sociales, afirmó que el objetivo de la operación fue un planificador de alto rango del EI y reclutas, afirmando que: “Los ataques destruyeron las cuevas donde vivían y mataron a muchos terroristas sin dañar a civiles de ninguna manera.” Aunque Trump no identificó al planificador ni confirmó su muerte, sus declaraciones acusan a la administración Biden de inacción ante esta amenaza.
La oficina del presidente de Somalia, Hassan Sheikh Mohamud, emitió un comunicado en X destacando que la operación “refuerza la sólida asociación de seguridad” entre ambos países en la lucha contra las amenazas extremistas, reiterando el compromiso de Somalia en la eliminación del terrorismo internacional y la estabilidad regional.
La creciente influencia del EI en Somalia, particularmente en las montañas Galgala de Puntland, representa una preocupación importante. Se estima que el grupo, liderado por Abdulkadir Mumin, cuenta con cientos de militantes y se financia a través de la extorsión, el contrabando y la recaudación ilícita de impuestos. Sus actividades incluyen el reclutamiento, la propagación de propaganda, y el aprendizaje de tácticas militares para evadir los drones y construir sus propios pequeños cuadricópteros, incluso el secuestro de occidentales para obtener rescates. La situación se agrava por la información de que el EI en Somalia ha recibido directrices de su liderazgo en el norte del país.
Cabe destacar que esta operación del 1 de febrero no fue un evento aislado. Previamente, el 30 de enero, el Comando Central de Estados Unidos llevó a cabo ataques aéreos en el noroeste de Siria contra un operativo de Hurras al-Din, un grupo afiliado a Al-Qaeda.
La situación en Somalia, y la respuesta militar de Estados Unidos, presenta una complejidad que requiere un análisis profundo y un seguimiento constante de los acontecimientos.