El foco de la atención es la inminente llegada del Secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, este sábado. Su visita, la primera oficial desde su nombramiento, se enmarca dentro de una gira por Centroamérica y el Caribe, pero Panamá es sin duda el punto álgido.
La agenda oficial permanece reservada, pero se sabe que Rubio llega con una misión clara: abordar temas cruciales para la administración Trump, principalmente la situación del Canal de Panamá y la problemática migratoria. Esta visita se produce en un contexto de fuertes declaraciones por parte de funcionarios estadounidenses, incluyendo al propio Rubio, que han expresado abiertamente el deseo de una mayor influencia en el Canal.
El presidente panameño, José Raúl Mulino, ha respondido con firmeza a estas insinuaciones, reiterando en diversas ocasiones que “El Canal es de Panamá y seguirá siendo de Panamá.” Esta postura, a pesar de la cordialidad pública entre ambos gobiernos, no ha logrado disipar las tensiones. La incertidumbre se acrecienta, alimentada por especulaciones sobre posibles concesiones por parte del gobierno panameño.
El historial del Canal, escenario de disputas internacionales durante siglos, se cierne como una sombra sobre estas negociaciones. La historiadora Marixa Lasso, en su libro "Historias perdidas del Canal de Panamá", recuerda los conflictos del siglo XIX entre Estados Unidos e Inglaterra, y posteriormente con Francia, por el control de esta vital vía interoceánica. A esto se suma la experiencia de la administración del Canal hasta 1999, donde Estados Unidos siempre buscó una posición dominante según Ricardo Alberto Arias, excanciller y exembajador.
La situación se complica aún más con la impredecibilidad del gobierno actual de Estados Unidos. Algunos analistas apuntan a un posible intercambio: el gobierno de Mulino podría ofrecer concesiones en materia de migración y lucha contra el crimen organizado, consideradas esenciales para Estados Unidos, a cambio de que se deje intacta la soberanía del Canal. Sin embargo, la falta de transparencia genera especulaciones sobre posibles cesiones mayores. Incluso, se menciona un posible acuerdo que involucre los puertos del Canal, administrados por una empresa con sede en Hong Kong, a pesar de que esta no se encuentra en listas negras de Estados Unidos.
Mientras tanto, las reacciones en Panamá son diversas. Mientras el gobierno busca calma, las protestas ciudadanas aumentan. El descontento social, agravado por la desigualdad en la distribución de la riqueza generada por el Canal, alimenta un sentimiento nacionalista y un rechazo a cualquier intento de injerencia externa. La disyuntiva entre la necesidad de mantener buenas relaciones con Estados Unidos y la defensa de la soberanía nacional coloca a Panamá en un escenario delicado y complejo.
La visita de Rubio se presenta como un punto de inflexión. El resultado de las negociaciones, y la capacidad del gobierno panameño para preservar la soberanía nacional, determinarán el futuro de esta crucial relación bilateral.