El protagonista de la jornada fue Gustavo Petro, cuyo nombre resonó por una declaración que desató un torbellino de reacciones: “La cocaína no es más mala que el whisky”. Esta frase, pronunciada durante el consejo, puso en el centro del debate la política antidrogas colombiana y la comparación entre sustancias legales e ilegales.
Petro argumentó que la prohibición de la cocaína se basa en factores geopolíticos, relacionados con su origen en América Latina, y no en un análisis objetivo de su peligrosidad intrínseca. Señaló, para contraste, el fentanilo, una droga sintética que está causando estragos en Estados Unidos, pero que no enfrenta las mismas restricciones que la cocaína. “Eso los científicos lo analizan”, afirmó el mandatario, aludiendo a la necesidad de un debate más profundo y basado en evidencia científica.
La propuesta de Petro va más allá de una simple comparación. El presidente planteó la posibilidad de legalizar la cocaína a nivel mundial como estrategia para desmantelar las estructuras criminales que controlan el negocio. Su visión es que, de legalizarse, “El negocio se podría desmantelar fácilmente; se vendería como los vinos.”, con el consecuente control de la producción y distribución, y la posibilidad de destinar los recursos obtenidos a programas de prevención del consumo.
Sin embargo, la intervención del presidente no estuvo exenta de controversias. La comparación con el whisky generó un amplio rechazo, especialmente por parte de sectores conservadores. Además, la reunión misma evidenció roces internos dentro del gabinete. Se mencionó la incomodidad de figuras clave como Susana Muhamad y Francia Márquez, así como la presencia de Armando Benedetti como jefe de gabinete, generadora de tensión.
La declaración también recibió críticas de figuras políticas como el representante a la Cámara, Andrés Forero, quien en su cuenta de X señaló la aparente contradicción entre la postura de Petro y sus declaraciones previas. Se recordó un episodio donde Petro propuso reunirse con Trump, incluyendo una copa de whisky, a pesar de su supuesta “gastritis”. Esta crítica resalta la inconsistencia percibida en el discurso presidencial.
Más allá de las opiniones encontradas, el planteamiento de Petro reabrió el debate sobre las políticas globales de drogas. Se cuestiona la efectividad de la prohibición y se plantea la necesidad de un cambio de paradigma hacia un enfoque más integral, que contemple aspectos de salud pública y control regulatorio. El futuro de esta discusión, y las implicaciones para las relaciones internacionales de Colombia, aún están por verse.