ADN vincula a Aaron Kosminski con Jack el Destripador
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Cinco mujeres, víctimas de una brutalidad inimaginable, y un asesino que se desvanecía en la oscuridad dejando tras de sí un rastro de terror y misterio. Un misterio que, según algunos, podría estar a punto de resolverse.
El nombre de Aaron Kosminski, un inmigrante polaco que llegó a Londres en 1881, ha resurgido de las sombras, gracias al trabajo del historiador Russell Edwards. Edwards, tras años de investigación, asegura haber encontrado la pieza que faltaba en este rompecabezas centenario: una coincidencia de ADN.
El hallazgo se centra en un "chal encontrado en la escena del crimen de Catherine Eddowes, una de las víctimas", afirma Edwards. Este objeto, cuidadosamente preservado, ha sido analizado, revelando un perfil genético que, según el historiador, coincide al 100% con el ADN de un descendiente de Aaron Kosminski. Esta muestra, proporcionada por una tataranieta del hermano de Kosminski, ha sido crucial para la investigación.
Kosminski, barbero de profesión, era un sospechoso recurrente en los archivos del caso. Sufría esquizofrenia, y a la fecha de su muerte en 1919, se encontraba internado en un manicomio. "El nombre de Jack el Destripador se ha vuelto sensacionalista," comenta Karen Miller, tataranieta de Catherine Eddowes, "Pero ¿qué pasa con el verdadero nombre de la persona que hizo esto?"
La investigación, sin embargo, no se limita a la comparación genética. Edwards y su equipo han dado un paso más audaz: han solicitado al fiscal general permiso para llevar el caso ante el Tribunal Superior de Gran Bretaña, con la esperanza de lograr una identificación legal de Kosminski como el asesino. El apoyo de los descendientes tanto de Eddowes como de Kosminski refuerza la solicitud, buscando cerrar un capítulo de la historia criminal con una resolución respaldada por la justicia.
La posibilidad de una resolución legal a este enigma histórico, que ha alimentado novelas, películas y leyendas durante más de un siglo, abre una nueva etapa en la investigación del caso Jack el Destripador. El tiempo dirá si esta coincidencia de ADN se traducirá en una condena póstuma.