Hamás niega entrega digna de rehenes israelíes
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El jueves pasado, la entrega de cuatro ataúdes negros marcó un momento crucial en este complejo panorama. Dentro de ellos, los restos de Shiri Bibas, su hijo Ariel, su bebé Kfir, y Oded Lifshitz. Cuatro vidas arrebatadas, cuatro historias truncadas que representan el dolor de una nación.
La escena, cargada de simbolismo, no pasó desapercibida. Ataúdes escoltados por vehículos de la Cruz Roja, frente a una multitud de miles, incluidos combatientes enmascarados. Una pancarta gigante mostraba al primer ministro Benjamin Netanyahu como un vampiro, una imagen que refleja la polarización del conflicto. “Nuestros corazones —los corazones de toda una nación— están hechos pedazos”, declaró el presidente Isaac Herzog, en un comunicado cargado de pesar.
El bebé Kfir, de apenas nueve meses, fue el rehén más joven, un pelirrojo sonriente en las fotos que ahora recorren el país. Su hermano Ariel, de cuatro años. Imágenes que contrastan brutalmente con la realidad de su último día, capturados junto a su madre en un video que ha conmocionado al mundo. Su padre, Yarden Bibas, liberado este mes tras 16 meses de cautiverio, enfrenta ahora una pérdida inconmensurable.
En Tel Aviv, la plaza de Rehenes, escenario de celebraciones por la liberación de rehenes vivos, mostraba ahora imágenes de la familia Bibas y de Oded Lifshitz. Fotos familiares, Kfir riendo, la familia disfrazada de Batman; un recuerdo agridulce que resalta la tragedia. El naranja, color del cabello de los niños, se convirtió en un símbolo de solidaridad, vistiendo de este color a muchos israelíes, incluso inspirando una canción infantil.
Oded Lifshitz, un periodista que abogaba por la paz, secuestrado junto a su esposa (liberada en noviembre), también representa la complejidad del conflicto. Su historia trasciende el conflicto mismo, ejemplificando la búsqueda de la coexistencia en medio de la violencia.
La entrega de los cuerpos marca un capítulo más en la historia del ataque del 7 de octubre, donde más de 1200 personas murieron y 251 fueron secuestradas, incluidos 30 niños. Mientras que la liberación de la mayoría de los rehenes ha traído un respiro, la entrega de estos restos pone de manifiesto la dolorosa realidad de los que no regresaron.
El proceso de identificación por ADN podría tardar hasta dos días. Un tiempo que se extiende como una sombra sobre la espera de las familias y el futuro aún incierto de un país en duelo.