Trump y el inglés: ¿Un intento fallido de cambio lingüístico en EE.UU.?
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Donald Trump, en una decisión que ha generado controversia, firmó una orden ejecutiva que busca establecer el inglés como el idioma oficial de Estados Unidos. Esta acción, similar a un decreto en otros países, eliminaría los requisitos de servicios lingüísticos federales para personas que no hablen inglés.
La orden justifica esta medida alegando que "establecer el inglés como idioma oficial no solo agilizará la comunicación, sino que también reforzará los valores nacionales compartidos y creará una sociedad más cohesionada y eficiente". Se argumenta además que el dominio del inglés facilita la integración económica y social de los inmigrantes.
Funcionarios de la Casa Blanca aseguran que la intención principal es mejorar la eficiencia gubernamental y fomentar la unidad nacional. La orden revertirá la obligación de las agencias gubernamentales de asegurar la accesibilidad de sus servicios a personas con bajo dominio del inglés, aunque no lo prohibirá explícitamente.
Esta decisión no es nueva. El movimiento "English-only" (Sólo inglés) u "Official English" (Inglés oficial) lleva décadas intentando que el Congreso apruebe una legislación similar. Aunque sin éxito a nivel federal, este movimiento ha logrado que 31 estados y numerosos gobiernos locales adopten el inglés como idioma oficial. De hecho, Trump recibió el apoyo de este movimiento durante sus campañas de 2016 y 2024, donde hizo declaraciones como: "Este es un país donde hablamos inglés. ¡Tienes que hablar inglés!"
La oposición a la medida argumenta que iría en contra de los principios fundacionales de diversidad y libertad. Señalan que detrás del movimiento "English-only" se esconde un sentimiento antiinmigrante, particularmente dirigido a la comunidad hispana, la cual ha convertido al español en la segunda lengua más hablada en Estados Unidos.
A pesar de la ausencia de un idioma oficial a nivel federal, el 91% de la población estadounidense tiene un buen dominio del inglés, que sigue siendo un factor clave de integración para los recién llegados. El debate, sin embargo, tiene raíces históricas profundas, remontándose incluso a Benjamin Franklin en 1753, quien ya expresaba sus preocupaciones sobre el crecimiento de la población de origen alemán.
El debate sobre el idioma en Estados Unidos no es simplemente una cuestión lingüística; es un reflejo de la compleja historia migratoria y cultural de la nación, un crisol donde la diversidad y la unidad a menudo parecen fuerzas contrapuestas.
La discusión continúa, y sus implicaciones para la sociedad estadounidense podrían ser profundas y duraderas.