Baja Natalidad en Latinoamérica: ¿Por qué más mascotas que bebés?

El panorama es revelador: la tasa de natalidad en América Latina ha disminuido drásticamente en las últimas décadas. Mientras que en la década de 1950 el promedio de hijos por mujer era de 5.8, hoy esa cifra se ha reducido casi a la mitad en muchos países. Ejemplos como Guatemala (de más de cuatro a 2.5 hijos por mujer) y Honduras (con una reducción similar) ilustran esta tendencia.
Pero, ¿a qué se debe este cambio? No se trata solo de dinero, aunque el costo de criar un hijo hasta la mayoría de edad es exorbitante. Un estudio de 2023 en Estados Unidos estima un costo promedio de 240,000 dólares, mientras que en México se calcula en alrededor de 414,000 dólares solo en ropa, comida y educación. "El costo de vida es lo que más limita a los jóvenes mexicanos a tener hijos," según una encuesta de la OCDE.
Más allá de las preocupaciones económicas, la inestabilidad laboral, el cambio climático y la falta de acceso a salud mental son factores cruciales que influyen en la decisión de no tener hijos. Una encuesta en México reveló que el 91% de los jóvenes se preocupa por la precariedad laboral, y un porcentaje similar por el cambio climático y la salud mental. Esta incertidumbre, propia de sociedades postmodernas, se suma a la dificultad para acceder a la vivienda y atención médica adecuada.
El impacto de la baja natalidad va más allá de lo individual. El envejecimiento acelerado de la población latinoamericana plantea desafíos significativos para los sistemas de seguridad social y salud. Para 2050, se espera que el número de personas mayores de 65 años en la región se duplique, lo que podría generar una crisis en los sistemas de pensiones.
En este contexto, la creciente popularidad del "pet parenting" —la crianza de mascotas como si fueran hijos— emerge como un reflejo de este cambio cultural. En México, por ejemplo, hay más perros que niños. "Para muchos jóvenes, sus mascotas son su familia," un cambio que no solo refleja una transformación en las cifras, sino también un cambio en la forma en que se concibe la familia.
El caso de China, con su política del hijo único y sus actuales problemas demográficos, sirve como una advertencia sobre las consecuencias a largo plazo de una baja natalidad prolongada. La disminución de la fuerza laboral, el envejecimiento de la población y la posible crisis en los sistemas de pensiones son algunos de los retos que este país enfrenta actualmente.
Este fenómeno plantea interrogantes cruciales: ¿Es responsabilidad de los jóvenes reproducirse para satisfacer las necesidades de la sociedad? ¿O el Estado debe implementar políticas que se adapten a la nueva realidad demográfica? El debate está abierto, y la respuesta, aún por escribirse.