Fuentes cercanas a su círculo íntimo revelan que la decisión fue “instintiva y deliberada”, según un aliado que prefirió mantener el anonimato. Aunque algunos analistas especulan con un posible salto a la carrera presidencial de 2028, sus colaboradores insisten en que no hay que leer entre líneas. “Todas las opciones siguen abiertas, pero esto no es un termómetro para 2028”, advirtió Laphonza Butler, exsenadora californiana y aliada histórica de Harris.
El panorama se complica para Harris, quien enfrenta un dilema único:
- Ventaja: Su red de financiamiento y reconocimiento nacional la posicionan como favorita teórica.
- Desafío: La sombra de la fallida campaña de 2024 y su asociación con un Biden cuya popularidad decayó en sectores clave.
Mientras tanto, otros demócratas ya aceleran sus maquinarias.
Gavin Newsom, gobernador de
California y viejo conocido de Harris, realiza giras nacionales que muchos interpretan como precampaña. También asoman figuras como los gobernadores
Tim Walz (Minnesota),
Josh Shapiro (Pensilvania) y el carismático
Wes Moore (Maryland), quienes paradójicamente fueron vetados por la propia Harris como posibles compañeros de fórmula en el pasado.
Detrás de bambalinas, la exvicepresidenta prepara movimientos calculados:
- Negociaciones para un libro autobiográfico que mantendría su perfil público.
- Creación de una organización política para financiar actividades y viajes.
- Planes de apoyar candidatos legislativos en distritos competitivos para las elecciones de 2026.
Roger Wolfson, redactor de discursos demócratas, lo resume con crudeza:
“El riesgo es que 2028 se convierta en un juicio sobre 2024”. Harris parece consciente del desafío. Tras dos décadas en cargos públicos, opta por un respiro táctico.
“Seguiré en la lucha”, prometió en su comunicado, aunque ahora desde fuera de los reflectores inmediatos.
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