Esto con el objetivo de establecer un diálogo que les permita abordar sus demandas fundamentales. Desde hace cuatro años, la comunidad mantiene ocupadas las instalaciones del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (Inpi) en la colonia Xoco, un acto de resistencia que refleja su lucha por el acceso al agua, vivienda, trabajo, educación, salud y alimentación.
En su pronunciamiento, los otomíes expresaron su frustración por la falta de atención a sus peticiones y la falta de cumplimiento de promesas anteriores por parte de las autoridades. “Nuestra lucha es por el agua, la vida y el territorio”, enfatizaron, resaltando la urgencia de que el nuevo gobierno federal escuche y tome en cuenta sus necesidades y demandas. Este llamado se produce en un momento de cambio político, a medida que la actual administración, encabezada por Martí Batres, está por concluir.
La comunidad otomí, que se autodenomina Casa de los Pueblos y las Comunidades Indígenas ‘Samir Flores Soberanes’, ha sostenido esta ocupación desde el 12 de octubre de 2020, en un contexto más amplio de movilización en defensa de la madre tierra. Desde su perspectiva, la situación que enfrentan es un reflejo de la opresión histórica que han sufrido los pueblos indígenas a lo largo de los siglos, desde la llegada de los europeos a América. Este legado de despojo, discriminación y desplazamiento sigue vigente en sus vidas hoy.
Durante estos cuatro años, la comunidad ha intentado negociar con las autoridades, pero se ha sentido ignorada y frustrada ante la falta de resultados. A pesar de las dificultades, han reafirmado su compromiso de continuar en resistencia y rebeldía, lo que demuestra su determinación de no ceder ante la falta de atención a sus derechos y necesidades. Este tipo de resistencia no solo busca visibilizar sus demandas, sino también generar conciencia sobre los problemas sistémicos que enfrentan.
La situación actual representa un desafío tanto para la comunidad otomí como para las nuevas administraciones que asumirán el poder. La necesidad de un diálogo abierto y sincero es esencial para abordar las demandas históricas y contemporáneas de los pueblos indígenas. Un acercamiento genuino podría sentar las bases para una relación más equitativa y respetuosa entre las autoridades y las comunidades que han sido históricamente marginadas.