Un viaje que debía ser breve, un encuentro familiar, se convirtió en una pesadilla.
El mensaje de audio que Alejandra envió a su madre el día de la desaparición fue la última señal de vida. Después, solo el vacío. Tres días después, el 4 de noviembre, la familia, desesperada por la falta de comunicación, activó la ficha de búsqueda. La angustia se apoderó de ellos, la incertidumbre se extendió como una sombra.
El sábado 9 de noviembre, la esperanza se desvaneció. Los cuerpos sin vida de Alejandra y María José fueron encontrados en un predio del municipio de Cuauhtémoc, Colima. La noticia golpeó con fuerza a la familia y a la comunidad. El dolor y la indignación se hicieron presentes.
Las autoridades, que habían estado trabajando en la investigación desde la denuncia por desaparición, confirmaron la identidad de los cuerpos y apuntaron al posible padre de la niña como el principal sospechoso. El móvil del crimen, según la Fiscalía, sería el intento de ocultar la paternidad.
La investigación, que incluyó el análisis de videos, geolocalizaciones, entrevistas y otros indicios, llevó a la identificación y localización del presunto responsable. El caso conmocionó a la sociedad colimense y puso de manifiesto la violencia que sigue acechando a las mujeres y a sus familias.