Gesta Heroica de Nogales. ‘Mi abuelo no era sordomudo’

Belinda Gil Lamadrid, nieta de Zeferino Gil Lamadrid, el hombre que inició los hechos de la Gesta, narra que éste sí escuchaba y si no se detuvo fue por defender los panfletos políticos que llevaba consigo

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Nogales.

Belinda Gil Lamadrid, nieta de Zeferino Gil Lamadrid, el hombre que inició los hechos de la Gesta, narra que éste sí escuchaba y si no se detuvo fue por defender los panfletos políticos que llevaba consigo.
La historia no es como la cuentan y como cada año se repite cada 27 de agosto, cuando se conmemora el aniversario de la Gesta Heroica de Nogales de 1918.
El paso de los años y la falta de documentación oficial han restado mérito al hombre que dio inicio al enfrentamiento armado entre Estados Unidos y México, aunado a una serie de conflictos sociopolíticos previos, y del cual una y otra vez han dicho que era sordomudo, lo cual no es cierto.
‘Yo no entiendo porqué los cronistas han dicho eso, cada año es lo mismo. Mi abuelo no era sordomudo, sí escuchaba. Con todo respeto para las personas que sí son sordomudas, pero mi abuelo no lo era’, dice la señora Belinda Gil Lamadrid, nieta de don Zeferino Gil Lamadrid.
La descendiente de este personaje señala que de propia voz de su abuela, María viuda de Gil Lamadrid, es que conoce la historia de la Gesta y la actuación de su abuelo.
‘Qué mejor que mi abuela para conocer la historia, porque a ella le tocó, porque estuvo cerca de los hechos’, señala la entrevistada, quien recuerda a su familiar sentada en una silla y a todos los nietos sentados en el piso a su alrededor, escuchando con atención la narración de aquel hecho histórico.
La historia no solo ha dicho que don Zeferino era sordomudo, también ha dicho que lo que llevaba bajo el brazo era un arma, razón por la que le habrían de marcar el alto al cruzar de Nogales, Arizona a territorio mexicano, lo cual tampoco es cierto.
Belinda señala que lo que llevaba su abuelo bajo el brazo eran panfletos de carácter político en los que se señalaba el rechazo hacia las nuevas medidas de cruce implementadas por las autoridades americanas y otras acciones de represión y violencia. Panfletos que Zeferino por encargo fue a recoger a la imprenta que en ese entonces operaba en Nogales, Arizona.
Narra que uno de los agentes estadounidenses le pidió a su abuelo se detuviera, pero éste, conciente de lo que llevaba, se negó a detenerse y apuró su paso, fue ahí que comienza la agresión armada, un agente le dispara, pero erra en su puntería.
Gil Lamadrid se arroja al piso, y como puede se arrastra hasta llegar a las instalaciones de la antigua aduana, sin soltar los panfletos, y es cuando un agente mexicano, el celador Francisco Gallegos, al ver lo que pasaba abre fuego contra los estadounidenses y mata a uno de ellos.
‘Mi abuela nos contó que mi abuelo terminó con el brazo lleno de sangre, pero nunca soltó los panfletos, porque él sabía de su importancia’.
‘Es muy triste que estos hechos se pierdan en la historia, que la propia gesta no se incluya en la historia de Sonora y de todo el país. Mucha gente de Nogales no la conoce, no saben sus raíces, no saben qué significa la H. de Nogales’, comenta con pesar Belinda.
Agrega que los historiadores no se han acercado con ellos, con los descendientes de los participantes de la Gesta, para informarse y complementar los hechos de aquel 27 de agosto de 1928, y solo repiten lo poco que está documentado.
Como familia, los Gil Lamadrid recuerdan estos hechos en sus diferentes reuniones y mantienen vivo el recuerdo de don Zeferino.
Zeferino Gil Lamadrid, quien residía junto a su esposa y sus cinco hijos, a espaldas de la tomatera, por la avenida Tecnológico, falleció a los 38 años, perdió la vida en una mesa de apuestas.
Su esposa María viuda de Gil Lamadrid, reconocida maestra y fundadora de lo que hoy es la escuela Justo Sierra, se encargó de compartir sus conocimientos de la Gesta a través de la oralidad. Fallece a los 79 años de edad.
Su hija, Belinda, señala que su abuelo debe ser reconocido por la historia, al igual que los demás que participaron, no solo por el hecho de negarse a detenerse y por el supuesto hecho fortuito de no haber escuchado, sino por el arrojo y la valentía que tuvo de negarse a detenerse y pese a ser amedrentado de un balazo no soltó los panfletos que llevaba bajo el brazo.
Este hecho, refiere, viene a ser la ‘gota que derramó el vaso’, pues ya se venían presentado una serie de vejaciones y malos tratos en contra de los mexicanos.

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