Nogales,Az
Mayra Judith Galindo preside desde hace un año y ocho meses la Corte Municipal de Nogales, Arizona.
Su espíritu de servicio la llevó hasta un magistrado, sin saber a ciencia cierta saber que podría convertirse en un ejemplo de superación para las mujeres y para la comunidad hispana en general, al convertirse en Juez de la Corte Municipal de Nogales, Arizona. Nacida en Tucson, Arizona, pero con un gran arraigo en Ambos Nogales, Mayra Judith Galindo preside desde hace un año y ocho meses la Corte Municipal de Nogales, Arizona, luego de haber luchado por años para obtener esta oportunidad que le costó grandes sacrificios, además de interminables horas de estudio tanto en la Universidad de Arizona, como en la Escuela de Leyes de la Universidad de Hamline, de Minnesota. Por varios años fungió como fiscal en el Condado de Maricopa, y litigó también como abogada, ejerciendo el derecho civil, pero reconoce que su corazón siempre ha inclinado más hacia el área del derecho penal.
¿Por qué convertirse en juez?
“Yo siempre había anhelado poder tener un puesto de responsabilidad en mi comunidad de Nogales, aquí yo me crié, y lo vi durante mi niñez, mi adolescencia, salí a estudiar y volví y dije, que bonito poder aportar algo en el ambiente donde uno se crió.
Ahora, me parece que todos tenemos una responsabilidad de servirnos uno al otro, para eso estamos aquí; si a una persona le puedo hacer más ligera la carga, mi vida valió la pena, esa es mi opinión, estamos aquí para servir”.
¿Cómo brindar ese servicio cuando la gente, lo que menos quiere, es presentarse ante un juez?
“Son pocas las ocasiones que una persona entra a un juzgado y dice: estoy contento por estar aquí. Muchas veces estamos confundidos, estamos frustrados porque no conocemos el proceso y, sinceramente, nos da miedo; pero al entrar, el propósito es que nosotros les vamos a ayudar con las situaciones que están enfrentado para resolverla y que continúe siendo un escalón más en su progreso futuro. Hay aquellas felices ocasiones en las que hay un matrimonio y es digno de felicidad llegar al juzgado”.
¿Cómo llegar a un cargo así en Estados Unidos, siendo mujer y además hispana?
“Para las futuras generaciones, tanto de niñas mexicanas, como aquellas con raíces latinoamericanas que a lo mejor se le dice, tu mijita no puedes, lo que yo puedo decirles es que no hay límites en sus aspiraciones en lo que pueden llegar a ser, todo lo que vale la pena cuesta y no vendrá sin sacrificio, pero la recompensa es muy bonita”.
¿Le gusta su cargo?
“Siempre me preguntan eso y sinceramente les digo que es uno de los puestos donde estoy rodeada de la ley que más satisfacciones me rinde al fin del día, porque me llena de un sentido de que fui productiva en mi día, de que asistí a que los procesos penales en mi jurisdicción, de mi juzgado, se resolvieran, que de 60, 80 o 120 personas que llegaron a mí Corte, se adelantaron sus asuntos, de que hubo progreso ese día y que si una persona llego requiriendo asistencia de protección por cualquier motivo les tendimos la mano y se le ayudó y al final del día uno se acuesta diciendo, hice algo productivo, y se siente uno bien”.
¿Cuándo supo que quería estudiar leyes?
“A mí desde niña siempre me llamó mucho la atención el área del Derecho. En la preparatoria de la Academia Lourdes, que antes era nada más el estudio mecanográfico y todo aquello, y luego se incorporó la preparatoria, fui de las primeras generaciones que se recibió de ahí, tenía un profesor, Mr. Jones, de historia, que siempre me retaba, tú puedes más, qué no había un límite para mí, me motivo mucho; incluso la juez Corsaro, de la Corte Superior, fue a un evento que hicimos, un especie de juicio elaborado por los alumnos de nuestro salón y ella era asistente de la fiscalía del condado, y me dijo deberías considerarlo, y me impulso aún más a buscar la manera de estudiar y ejercer esta profesión.
Después ingresé a la universidad, me llamó mucho la atención, me informé sobre los requisitos para estudiar esta carrera, se fueron dando las cosas hasta que logré el objetivo y me dieron mi cédula profesional para ejercer como abogado en el estado de Arizona. Curiosamente, en una clase de ciencias políticas, el profesor preguntó quién quería ser abogado, y todos levantaron la mano, y luego quién aspiraba a ser juez. Yo no levanté la mano, y curiosamente me acuerdo del aula, de lo que traía puesto yo, el profesor y ahora digo, que curioso cómo se van dando las cosas, es como si se acomodaran las piezas del ajedrez”.
¿Ese fue siempre el objetivo?
“Ya siendo abogada, siempre lo contemple como una posibilidad, y cuando se presentó ésta oportunidad, me cuestioné si sería el momento que se me había destinado para explorar éste ámbito jurídico, por el lado de ser magistrado, y curiosamente se dieron las cosas. Yo me considero muy afortunada por el puesto, aunque no es nada fácil y no todo es color de rosa”.
¿Es muy selecto el grupo de magistrados?
“Ayer tuvimos a la juez encargada de la Corte Superior de Justicia de Arizona y nos dijo que somos aproximadamente 575 jueces a nivel estatal. Los magistrados tenemos diferentes jurisdicciones. La mía es de jurisdicción limitada. En mi juzgado se ven asuntos penales, pero no son de delitos graves; es decir, acosos, conducta desordenada, personas conduciendo bajo la influencia del alcohol, muchas infracciones de tránsito civil; luego tenemos otros juzgados, como la juez Maley, ella ve otros asuntos civiles también, y tenemos al juez Soto y la juez Montoya Páez y Corsaro, que ven asuntos de divorcios, civiles, penales de delitos graves, como homicidio. Y si, en verdad, si es selecto el grupo, pero no hay imposibles para quien verdaderamente lo quiera lograr”.
¿Qué ha sido lo más difícil en estos casi dos años como juez?
“Mi primer día, porque fue sin ninguna especie de asesoría, porque el juez que yo reemplacé se fue. Era un asunto que yo no había visto aquí de homicidio, en el que tuve que tomar el primer paso para hacer una declaración formal, un anuncio formal de derechos para la persona acusada de este delito, y eso me dejó una impresión muy fuerte de la responsabilidad que uno lleva en sus hombros. Es de lo que más se me ha quedado grabado en mi cabeza. Sin embargo, también es muy difícil querer hacer más para la comunidad y hasta cierto punto estar limitada en lo que puede hacer uno como juez”.
Impartir justicia debe ser una labor difícil, pues debe basarse en leyes y razonamientos, pero ¿cómo no involucrar el corazón en las decisiones que toma?
“Es muy difícil, y mucha gente piensa que es fácil, pero es muy difícil impartir justicia, porque siempre vamos a tener a alguien que sale enojado y a alguien que sale contento, y no lo hacemos con esa intención de querer lastimar a alguien, sino que aquí se tiene que impartir justicia, analizar los datos que se me presentan con la ley que existe y entonces tomar esa determinación.
No es fácil y no es apropiado meter el corazón en una instancia así, porque entonces la justicia no es ciega, y uno tiene que dejar sus sentimientos y sus gustos y disgustos fuera del asunto, para poder ser completamente transparente y tener esa imparcialidad.
Es difícil, pero es muy necesario, porque todo eso se tiene que dejar fuera de la sala. El día que no se deje fuera de la sala, se tiene que conseguir un juez que lo pueda hacer, literalmente, porque lo más importante es que las personas que vienen a nuestro juzgado sientan que se les está haciendo justicia, que están siendo escuchados y que se están ejerciendo sus derechos constitucionales”.
¿Qué opina de su primo diputado?
“Muy bien, es un orgullo el primo diputado, me siento muy orgullosa del Temito, como le digo yo, del diputado David Cuauhtémoc Galindo”.
¿Qué sigue para usted en un futuro?
“Sinceramente quisiera continuar en lo jurídico. Para mí la vida es un continuo aprendizaje, nunca deja uno de aprender y me gustaría mucho mejorar en mi conocimiento y progresar para alcanzar un puesto jurídico más elevado, pero por el momento me siento muy bendecida en donde me encuentro actualmente”.