El jueves por la noche, la Sala de Recepciones Diplomáticas albergó a figuras como Mark Zuckerberg, Tim Cook y Satya Nadella, quienes, en un coro coordinado, celebraron las políticas de la administración Trump. "Es un honor estar aquí con este grupo de personas", declaró el mandatario, mientras las cámaras de C-SPAN capturaban cada gesto calculado.
- Meta prometió invertir $600 mil millones en infraestructura nacional para 2028.
- Sergey Brin, cofundador de Google, aplaudió la presión militar en Venezuela.
- Apple agradeció el "tono" que permitió su compromiso de manufactura en EE.UU., omitiendo las amenazas de aranceles.
La distribución de los asientos no fue casualidad.
Zuckerberg ocupó el lugar a la derecha de Trump, un sitio protocolarmente privilegiado, mientras
Bill Gates compartió mesa con Melania. Al otro extremo,
Satya Nadella quedó relegado a los márgenes de la mesa, un detalle que los expertos en protocolo no pasaron por alto.
Lo que no se dijo resonó más fuerte que los discursos. Ninguno mencionó:
- El impacto de las políticas migratorias en la industria.
- El costo ambiental de la explosión de la inteligencia artificial.
- Los riesgos de los aranceles para los consumidores.
Entre los ausentes destacaron
Elon Musk y
Jeff Bezos, aunque su influencia en círculos trumpistas parece asegurada. Mientras,
Sam Altman de OpenAI tuvo voz, pero
Alexandr Wang de Meta permaneció en silencio.
"El anfitrión asigna rango según su propia jerarquía", señalan los manuales de etiqueta. Aquí, la jerarquía se midió en dólares y conveniencia política.
Al final, la velada dejó claro que en la intersección entre tecnología y poder, los principios son negociables. La revolución digital tiene un nuevo código: adaptarse o quedar fuera del juego.
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