Tabernas del siglo XVIII: El secreto revolucionario entre cervezas y conspiraciones

Mientras el Imperio Británico imponía sus leyes desde el otro lado del Atlántico, en las trece colonias americanas se cocinaba algo más que platillos tradicionales: “Eran espacios donde las ideas revolucionarias fermentaban junto al aroma de la comida y el humo de las pipas”, explica Cathy Hellier, historiadora de Colonial Williamsburg.
Detrás de paredes de madera y entre mesas llenas de periódicos, hombres como Patrick Henry, Thomas Jefferson y Samuel Adams transformaban el murmullo de las quejas en planes concretos. La Taberna Raleigh en Williamsburg fue testigo de uno de esos momentos clave: en 1773, legisladores de Virginia propusieron crear un “comité de correspondencia” para unir a las colonias contra la corona. Un año después, cuando el gobernador británico disolvió la asamblea local, los mismos rebeldes se reagruparon allí para seguir conspirando.
Pero no era un fenómeno aislado. En Boston, la Taberna Green Dragon se ganó el apodo de “cuartel general de la Revolución” gracias a los Hijos de la Libertad, quienes entre pintas de cerveza planearon el famoso Motín del Té. Mientras, en Filadelfia, la City Tavern albergó discusiones que moldearon la historia:
Lo irónico es que los británicos sabían del peligro, pero no podían detenerlo. Sin una policía eficaz ni espías suficientes, las autoridades coloniales solo veían “grupos de amigos charlando”. Para cuando comprendieron que esas conversaciones cambiarían el mundo, ya era demasiado tarde.