La Generación Z está rescatando una práctica histórica, pero con un giro que refleja los desafíos económicos y sociales de su época.
Se trata del matrimonio lavanda, un término que originalmente describía uniones de conveniencia entre personas LGBTQ+ y heterosexuales durante el Hollywood dorado, donde la homosexualidad era un tabú capaz de arruinar carreras. Hoy, bajo el hashtag #MatrimonioLavanda, jóvenes de todo el mundo comparten videos buscando algo más pragmático: "compañía sin romance, división de gastos y acceso a beneficios legales".
Pero, ¿por qué "lavanda"? El color ha sido un símbolo de resistencia y comunidad queer desde hace siglos. En la antigua Grecia, Safo ya vinculaba el violeta con la belleza femenina, mientras que Oscar Wilde lo usó como metáfora de sus relaciones secretas. En los años 50, el "pánico lavanda" en Estados Unidos convirtió el término en un estigma, pero también en una bandera de orgullo durante las protestas por los derechos LGBTQ+.
- Estabilidad sobre pasión: Para muchos jóvenes, casarse sin amor es una solución a crisis económicas, sistemas de salud inaccesibles o incluso trámites migratorios.
- Un escudo que persiste: En países como China, el xinghun (matrimonio cooperativo) sigue protegiendo a personas queer de presiones familiares o laborales.
- Polémica generacional: Algunos activistas critican que la tendencia banaliza una práctica nacida de la opresión, mientras otros la ven como una evolución natural de las relaciones.
Lo que no ha cambiado es el dilema emocional. Ya sea por supervivencia o comodidad, estos pactos exigen negociar límites claros. La soledad, los conflictos no resueltos o la presión de mantener apariencias siguen siendo riesgos latentes, incluso cuando el amor queda fuera de la ecuación.
