SAN FRANCISCO, Cal
Barry Zito y Justin Verlander, por Gigantes y Tigres, ponen en marcha esta tarde la Serie Mundial.
Se puede plantear que el último Juego de Estrellas sirvió de pequeño preámbulo para esta Serie Mundial entre los Gigantes de San Francisco y los Tigres de Detroit.
En esa noche del 10 de julio en Kansas City, la Liga Nacional apaleó 8-0 a la Americana y el desempeño de tres integrantes de los Gigantes — Pablo Sandoval, Melky Cabrera y Matt Cain — fue fundamental para que el Viejo Circuito disponga de la ventaja de casa en el Clásico de Otoño que arranca el miércoles en San Francisco.
Cain y el as de los Tigres Justin Verlander fueron los abridores hace casi cuatro meses. Sandoval bateó un triple con las bases llenas ante Verlander, quien fue castigado con cinco carreras en la primera entrada. Cain dominó en sus dos innings de trabajo. Cabrera fue consagrado como el jugador más valioso, pero fue marginado del equipo posteriormente tras ser suspendido al dar positivo por testosterona en un control antidopaje.
Otro detalle. ¿Se acuerda de aquel juego de pretemporada el pasado marzo en el que Miguel Cabrera empezaba a probarse como antesalista de los Tigres y recibió un pelotazo en el rostro que requirió ocho puntos de sutura tras un roletazo? Quien bateó esa roleta fue Hunter Pence, por entonces jardinero de los Filis de Filadelfia y ahora el encargado de inspirar a sus compañeros en los Gigantes cuando tienen las espaldas contra la pared.
En resumidas cuentas, Detroit y San Francisco se citan por primera vez en una Serie Mundial, un duelo de franquicias históricas.
Los Tigres son un equipo que intenta ganar su primer campeonato desde 1984. Tras remontar déficits 2-0 y 3-1 en las rondas previas de los playoffs, los Gigantes van por su segunda corona en tres años.
Con 88 victorias en la campaña regular, Detroit tuvo la marca más floja de los cinco equipos que se clasificaron a la postemporada en la Americana. Tuvo que emplearse a fondo para ganar el título de la división Central, viniendo de atrás en pleno mes de septiembre.
Bajo la batuta de Jim Leyland, el gruñón manager de 67 años, los Tigres finalmente cuajaron en el momento perfecto con los bates de Cabrera y Prince Fielder y una rotación comandada por Verlander.