Sin embargo, su legado es un mosaico de éxitos y controversias que invitan a una reflexión más profunda sobre el costo del triunfo.
Nacido en Rumania en 1942, Karolyi se destacó por su papel en la formación de Nadia Comaneci, quien hizo historia al obtener el primer '10 perfecto' en los Juegos Olímpicos de Montreal en 1976. Además, su dirección llevó a Mary Lou Retton a conquistar el oro en Los Ángeles 1984. Junto a su esposa, Marta Karolyi, estableció un programa de entrenamiento que catapultó a Estados Unidos a la cima del deporte mundial.
No obstante, el éxito de Karolyi no estuvo exento de críticas. Varios testimonios de exgimnastas han señalado que su enfoque de entrenamiento era extremadamente riguroso, creando un ambiente de presión constante que, en ocasiones, propició situaciones de abuso. La sombra del escándalo de Larry Nassar, el exmédico del equipo de gimnasia estadounidense condenado por abusos sexuales, ha marcado su legado. Durante este periodo, surgieron acusaciones que implicaban a Bela y Marta Karolyi en la creación de un entorno que permitió que los abusos de Nassar pasaran desapercibidos.
A pesar de que el matrimonio siempre ha negado cualquier responsabilidad directa, estas acusaciones han ensombrecido su trayectoria y han puesto de relieve un dilema ético en el ámbito deportivo: ¿hasta dónde se debe llegar para alcanzar el éxito?
Dominique Moceanu, medallista de oro en Atlanta 1996, expresó una visión matizada sobre Karolyi: “Era un hombre complejo, con fortalezas y defectos. Sus palabras duras pesaron mucho, pero algunas adversidades me ayudaron a definir mi propio camino”. Esta reflexión encapsula la dualidad de Karolyi: un líder carismático que impulsó a muchos hacia la cima, pero también un símbolo de un sistema que exige una revisión crítica de las prioridades éticas en el deporte.