La atmósfera está cargada de tensión, un silencio expectante roto solo por el murmullo de la multitud y el brillo de las cámaras. Se respira la adrenalina propia de un evento deportivo de tal magnitud.
Pero antes del espectáculo principal, el ritual previo: el pesaje. Y este año, los números han sorprendido a todos. Oleksandr Usyk, el medallista de oro olímpico de 2012, marcó un peso de 102.5 kilogramos (226 libras). Un ligero aumento respecto a su enfrentamiento anterior con su oponente.
Sin embargo, la verdadera sorpresa llegó con la aparición de su rival: Tyson Fury. El británico registró un peso de 127.4 kilogramos (281 libras), el más alto de su carrera. "Este es un peso récord para mí", podríamos imaginar que pensó Fury, aunque no se registraron declaraciones oficiales al respecto durante el breve cara a cara.
Esta diferencia de peso, casi 25 kilogramos (55 libras), es abrumadora. Recuérdese que en su combate anterior en mayo, Fury pesó 118.8 kg (262 libras), mientras que Usyk marcó 101.3 kg (223.5 libras). La diferencia de estatura también es notable: Fury mide 2.05 metros (6 pies y 9 pulgadas), 15 centímetros (seis pulgadas) más alto que Usyk. Estos factores, sumados al peso récord de Fury, hacen de esta revancha un evento aún más impredecible.
El encuentro entre ambos boxeadores fue breve, un fugaz intercambio de miradas antes de separarse en direcciones opuestas. El silencio posterior al breve encuentro, más elocuente que cualquier palabra, anticipó la intensidad del combate que se avecina. La diferencia de peso entre ambos atletas es un dato que sin duda marcará el desarrollo de la pelea.
La diferencia física entre ambos púgiles es innegable. Un contraste que se suma a la ya de por sí gran expectación generada por este evento deportivo. El peso de Fury, un dato a considerar para el análisis de la pelea. El desarrollo del evento se antoja crucial para el resultado.